Prologo de Katherin:


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¿Qué es lo que era exactamente? No lo sabia, no tenía idea, pero estaba cerca de descubrirlo. Había estado años en el territorio de Lucifer, rezando cada noche por que él no decidiera tomar mi alma por más que alguien me protegía. Mi cuento de hadas se había roto y había visto al monstruo que se ocultaba tras las maravillas. Había pagado por ello. Pero a cambio, también había demostrado que merecía mi alma y me la gane. Si, así como creía, había ganado mi alma. Solcius aun creía en eso de que un ángel debía ganarse sus alas. En mi caso, la metáfora seria que una bruja debía ganarse su alma. Pero yo no era ni un ángel ni una bruja, no sabia que era exactamente. Solamente sabía lo que era ahora. Una chica, enamorada de un chico, con amigos y familiares.

¿Pero todo esto apenas había empezado? Tampoco estaba segura de la respuesta pero si sabia que algo ocurriría. Recordaba mi despedida con Nicholas por más que ese día ahora me parecía muy lejano. Él me había mostrado su recuerdo, me había admitido que era el responsable de la mano izquierda de Lucifer. Y ese sujeto, ese encapuchado, era la mano izquierda de Lucifer. Su simple presencia me resultaba insoportable, no podía sentirla sin sentir también el frío y estremecerme. Y aun así, había visto al encapuchado cada noche en mis sueños desde que había visto aquel recuerdo de Nicholas. Pero al menos él ya no me atacaba. Se mantenía a un lado, sentando y balanceando su reloj mientras no dejaba de repetir “tic, toc, tic, toc, tic, toc”. Y no importaba cual fuera el sueño, él siempre estaba ahí, en su pequeño rincón, sonriendo con su reloj y su rosa.

Aunque tampoco había tenido sueños muy diferentes últimamente. Todos habían sido iguales en general. Siempre había un espejo. Siempre había una Katherin buena, servidora de la luz, un ángel y siempre había una Katherin mala, servidora de la oscuridad, una bruja. Siempre había un encapuchado, contando los segundos mientras sonreía. Y siempre había un ángel, mostrando sus alas y con su espada en mano, dispuesto a defenderme.

¿Pero esos sueños significaban algo? Quizás si, quizás no, no lo sabia realmente. Pero contenían demasiada realidad. Yo sabia que había oscuridad y luz dentro de mi, y que por el momento, era la luz la que dominaba y tenia el control. Yo estaba parada en la fina línea que dividía una cosa de la otra. No era totalmente oscura pero tampoco era totalmente iluminada. No era totalmente de los brujos pero tampoco de los ángeles. Y a la vez, era todo. Yo era totalmente oscura y también era totalmente iluminada. Era una bruja y un ángel. Yo no pertenecía a ninguno de los bandos y a la vez era ambos. Tenía todas las habilidades que un brujo pudiera tener y también todas las habilidades que un ángel podía tener. Adoraba estar bajo la luna igual que cualquier brujo y también adoraba sentir el aire fresco contra mi piel como cualquier ángel.

¿Pero realmente podía dejarme creer que parte de mi era angelical? No tenía mucho sentido, no considerando que mi vida había pegado este salto hacia meses. Pero desde que había derramado mi primera lagrima, había sabido que no era una bruja normal. Solo estaba segura de una cosa. Mi mano derecha era la de un ángel, estaba bendita y podía controlar instrumentos benditos sin herirme pero en cambio no podía tocar instrumentos malditos a menos que deseara morir. Mi mano izquierda era la de una bruja, estaba maldita y podía controlar instrumentos malditos sin herirme pero en cambio no podía tocar instrumentos benditos a menos que deseara gritar de dolor. La mano de un ángel, la mano de una bruja.

Y pensar que estas eran las mismas manos con las que había tenido un duelo a muerte con mi hermana, o eso creía. La había atravesado totalmente con mi daga, casi mas matándola. Y luego, luego la había ahorcado con un alambre de púas maldito y empujado por el acantilado. Pero ella casi había matado a la persona que amaba y había hecho que mis amigos me atacaran. No quise ni pensar en que hubiera pasado si no la hubiera detenido.

¿Y ahora? Ahora estaba nuevamente rodeada de oscuridad pero ya estaba acostumbrada a este tipo de cosas. Solamente una vez había logrado estar en la luz y no sabia como volver allí. Pero la oscuridad no era mala, me sentía a gusto estando rodeada de ella. Siempre vestida de blanco y resplandeciendo por mi misma, como si hubiera una fina capa que en realidad me separara de la oscuridad y esta no pudiera ni tocarme.

El aire se imprimo de un terrible olor a rosas. Enseguida la imagen vino a mi mente. Una rosa, roja como la sangre y con espinas dispuestas a herirte. Levante la nariz en el aire, olfateando el horrible aroma y reaccione. Me di vuelta y allí estaba parado él, detrás de mí, como siempre. Lo pétalos machitos de rosas estaban a su alrededor en el suelo como si hubieran sido quemados. El encapuchado sonrió y nuevamente comenzó con su eterno “tic, toc, tic, toc, tic, toc”.

Simplemente, déjalo ser...

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