Capitulo 3: Cartas odiosas


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El reloj sonó exactamente a las 7:15 como todas las mañanas. Me levante y me lleve una mano a la cabeza tras la confusión de mi último sueño. Había sido diferente. Había habido un caballero y un brujo, ambos vestidos elegantemente y antifaces para cubrirles el rostro. El caballero tenia los mismos ojos que yo, el brujo los mismos que Diana. Ambos habían estado combatiendo entre si y luego se habían unido para combatir a Lucifer que había quedado liberado de pronto.

Sacudí la cabeza. No, solo eran mis locos sueños. Me puse en pie y me dirigí al baño. En minutos ya estaba abajo en la cocina, ya vestida y desayunando. Cato sonrió mientras preparaba unos huevos revueltos y no pude hacer nada más que devolverle la sonrisa. Él era muy amable conmigo al permitirme quedarme en su casa. Era amigo de mi papá y era periodista. Tenia el cabello oscuro siempre peinad hacia atrás y parecía ley suya siempre portar esos lentes tintados. Aunque también era ley mía siempre portar guantes, sobretodo si iba a la escuela que estaba llena de humanos.

_ Ayer te fuiste a dormir temprano Katherin, no entiendo por que tienes tanto sueño –dijo él al sentarse frente a mi e hice una mueca- ¿Dormiste bien brujita?

De hecho, Cato me llamaba así por que mi apellido en italiano significaba bruja y él lo sabia. Pero él nada mas era un humano, no tenia idea de que yo en realidad era una bruja. Y además, lo había engañado. Anoche había escapado de casa para salir y reunirme con los demás para actuar aunque por suerte él no lo había notado.

_ Es simplemente la molestia de levantarme temprano –dije- Luego de que la escuela cerrara por quince días, me malacostumbre y aun no logro adaptarme nuevamente a la idea de levantarme temprano.

_ Pero la escuela reabrió hace días –dijo Cato mientras comía- Aun así, la policía no pudo encontrar al responsable de haberla destruido. Parecía como si ahí dentro hubiera habido una terrible pelea con tanta sangre y destrozos.

_ Si, eso creo –dije también con una mueca

Vale, eso también había sido culpa mía. Pero jamás había sido mi intención batirme a duelo con un brujo dentro de la escuela y destrozarla. Simplemente había ocurrido. Termine de desayunar rápidamente y le di el resto de mis huevos revueltos a Sol. Ella maulló con alegría antes de comenzar a comerlos. Acaricie su anaranjado lomo y luego su blanco pecho, fijándome en sus verdes ojos. Sonreí antes de despedirme y luego partí. Tome los patines y me los puse en la puerta de la casa de Cato. Salí sonriendo y agitando una mano mientras me despedía casi a gritos.

El día estaba totalmente soleado y disfrute al andar por la calle. Los rayos de sol caían sobre mi piel causándome una sensación única y llenándome totalmente de energías. Era increíble lo que el sol causaba en mí, me llenaba de vitalidad y entusiasmo, era lo mismo que me causaba la luna. A los brujos normales solamente la luna les afectaba de este modo pero yo no era una bruja normal y también me afectaba el sol. Sonreí al recordar que Miguel me había dicho que a los ángeles el sol también les afectaba de un modo parecido al mío.

Escuche el acelerar de motocicleta detrás de mi y de pronto algo me tomo por el brazo, impulsándome totalmente hacia adelante. Reí al sentir el viento chocar fuertemente contra mi rostro y Alex sonrió, acelerando aun más e impulsándome aun más. Me soltó justo antes de llegar a la escuela y con el impulso de la velocidad salte a la acera sin problemas y me di vuelta sonriéndole. Logre recuperar una velocidad normal y me senté en uno de los bancos de la entrada para sacarme los patines. Tome los zapatos de mi mochila y rápidamente comencé a atarme mis agujetas.

_ Creí que necesitabas un aventón –dijo Alex sonriendo

_ ¿Para traerme mas temprano a esta dulce tortura? –dije sonriendo

_ Es jueves, el día es soportable –dijo él- ¿Te veré en literatura?

_ El señor Folleman no me dejaría faltar –dije

_ Te juro que no puedo volver a ver a ese anciano del mismo modo ahora que se todo –dijo Alex

_ Supongo que quizás el señor Folleman no estaba tan loco como creíamos en un principio –dije

Él se despidió de mi, me beso rápidamente en los labios y luego partió. Me sonroje y baje la vista al percatarme de cómo en un segundo todas las miradas estaban en mi. Todos los seres sobrenaturales tenían belleza sobrehumana, por eso siempre llamábamos la atención. ¡Pero yo odiaba llamar la atención! Eso era difícil de evitar considerando que ahora tenia la típica belleza sobrehumana de una bruja y estaba saliendo con el chico mas lindo de la escuela, típica belleza sobrehumana de ángel.

Me levante del lugar y me fui, con la cabeza gacha y sonriendo dulcemente. No podía evitar sonrojarme, no sintiendo todas las miradas en mí. Llegue tranquilamente a mi casillero y tome las cosas para las dos horas de historia que me aguardaban. Eran torturantes, definitivamente torturantes considerando que me aburría siempre durante las clases por que eran todas cosas que yo ya sabia. En un segundo Mecha estuvo a mi lado. Ella era una salamandra, un hada de fuego y mi mejor amiga. Tenía el cabello extremadamente rojo de un modo sobrehumano y unos grandes ojos verdes, y como la mayoría de las veces, había una sonrisa grabada en su rostro.

_ Se acercan las fiestas –dijo- Eso me pone feliz. El cielo en fuego gracias a la pirotecnia. ¡Fuego por todas partes! Y mi mamá hace un chili estupendo, adoro la comida picante. ¿Y que harás tu para las fiestas?

_ Supongo que iré a pasarla con mi familia –dije- ¿Por qué tan entusiasmada por las fiestas?

_ Por que simplemente me encantan –dijo Mecha y me miro con curiosidad- ¿Qué tienes ahora?

_ Dos horas de historia –dije sin mucho ánimo- ¿Y tú?

_ Hora libre –dijo Mecha sonriendo

_ Creí que tenias ciencias físicas –dije mirándola con incredulidad y ella asintió

_ Por alguna razón la señorita Miriam dijo que no daría clases durante el día de hoy –respondió ella

El timbre sonó interrumpiendo nuestra conversación y tuve que partir. Mi cabeza estaba en otra parte, preguntándose por que Angelina había decidido no dar clases el día de hoy. Ni siquiera se como hice para llegar al salón de historia en el segundo piso por lo distraída que estaba. Cruce el umbral de la puerta y tome mi lugar. El profesor llego minutos después, apoyando todo sobre su escritorio y sacando una hoja para tomar asistencia. Suspire, apoyando mi cabeza sobre mi mano y mi vista se perdió en el globo terráqueo que había sobre el escritorio. Uno a uno el profesor fue tomando asistencia alfabéticamente hasta que se detuvo en mi nombre.

_ ¿Strega? –pregunto

_ Presente –respondí automáticamente

_ Tome sus cosas y pase al frente por favor –dijo él

Recogí mis cosas sin entender nada y obedecí al instante. Vacile al caminar por el pasillo entre los asientos y pasar al frente. Estuve frente al escritorio del profesor mientras él revisaba entre algunos papeles y me tendió un sobre. Tome el blanco sobre, claramente iba dirigido a mí y estaba sellado con el símbolo de Solcius. Me sentí palidecer, jamás me había pasado algo de este tipo, y mire al profesor.

_ Debe retirarse al salón de ciencias físicas por petición –dijo él

_ ¿Qué? –pregunte

_ Lo que oyó, usted ya no es admitida en esta clase el día de hoy, por favor diríjase al salón de ciencias físicas –repitió el profesor

Asentí y salí del aula, estando totalmente blanca y sin comprender nada. ¿Y ahora que? Los pasillos estaban totalmente vacíos y no dude en abrir el sobre. Saque la carta que había dentro y mis ojos se abrieron totalmente al ver las primeras palabras escritas. Deje de mirarla y corrí hasta el salón de ciencias físicas, cerrando mis manos en puños para contener mis emociones. La puerta del salón de ciencias físicas estaba cerrada pero no me fue problema abrirla utilizando la magia. Quite el cerrojo y enseguida entre tratando de controlarme. La señorita Miriam y el señor Folleman estaban tomando tranquilamente un té sobre el escritorio. Ella levanto una mano cuando entre e hizo que la puerta se cerrara detrás de mi. Ninguno de los dos se movió al verme entrar y rápidamente me puse frente a ellos, golpeando con una mano el escritorio mientras que ponía la carta ahí.

_ ¿Qué significa esto? –pregunte molesta

_ Lo que lees –dijo Angelina tranquilamente y volvió a tomar de su taza

Ella era de piel bronceada y tenia unos labios rozados. Su cabello dorado caía rectamente por su espalda y estaba arreglado perfectamente. Tenía unos ojos celestes y mostraba totalmente su juventud. El señor Folleman era todo lo contrario. Un hombre viejo con todo su cabello blanco, siempre peinado y arreglado al igual que su bigote. Portaba unos anteojos redondos que le agregaban seriedad a sus ojos color caramelo pero aun así él siempre tenia esa apariencia de que le faltaba algún tornillo.

_ Quiero saber que significa esto –volví a decir

_ Significa que ya no es aceptada en esta institución hasta nuevo aviso –dijo el señor Folleman

_ ¿Té, Katherin? –pregunto la señorita Miriam

_ Solo quiero saber que esta sucediendo –dije

_ Te iras por unos días de aquí –dijo ella

_ ¿Por qué? No he hecho nada malo –dije

_ Toma asiento por favor Kat –dijo ella

Suspire, frustrada por que no me dieran ninguna respuesta. Rápidamente tome una de las sillas y la arrastre hasta ponerla frente al escritorio. Los dos ángeles que estaban tomando el té ni se inmutaron ante mi notable enfado. No, ellos dos debían de esperarse algo así de una chica de dieciséis años si de pronto recibía una carta en donde técnicamente la estaban echando del lugar. Pero ellos eran mis compañeros, servían a Solcius también y no podía desconfiar de ellos. Suspire, tranquilizándome y el señor Folleman me sirvió una taza de té.

_ ¿Azúcar? –pregunto la señorita Miriam

_ Si, por favor –dije y ella me sonrió dulcemente

_ Entiéndalo señorita, esto no es lo que usted cree –dijo el señor Folleman- Usted no ha hecho nada malo y aun si lo hubiera hecho no haríamos esto.

_ ¿Y entonces por que lo hacen? –pregunte

_ Por tu bien Katherin –dijo la señorita Miriam- Hay cosas que tu necesitas saber y para eso debes volver a tu lugar de origen. No te preocupes, ya nos hemos ocupado de cubrir los asuntos con la escuela y tu padre le ha mandado un mail a tu tutor explicándole por que tú partirás por unos días.

_ ¿Qué les diré a los demás? –Dije- Estoy segura de que no me dejaran decirles la verdad.

Por un segundo me sentí como una traidora, odiaba esto de no poder decirle a los demás a quien servia yo. Para mis amigos, yo simplemente era una bruja que se negaba a servirle a Lucifer, ellos ni siquiera sabían que Solcius seguía existiendo. Odiaba tener que engañarlos, odiaba tener que mentirles respecto a mi persona pero estaba atada a esto. De hecho, ellos tampoco sabían que el señor Folleman y la señorita Miriam eran ángeles, creían que eran simples profesores humanos.

_ Eso incluye al señor Engel también –dijo el señor Folleman

Me quede helada, no quería mentirle a Alex, ya le ocultaba bastante. ¿Acaso alguna vez le había contado de mis suposiciones respecto a lo que era? No. Él solo sabía que yo era algo más que una bruja. ¿Alguna vez le había dicho como era posible que él no hubiera muerto a causa de la marca maldita? Tampoco le había contado que servia a Solcius, él lo había descubierto por si mismo y yo había pedido que por favor no le borraran la memoria, que yo me encargaría de él. Alex estaba atado igual que yo a guardar silencio respecto a Solcius.

_ ¿Y entonces que diré? –pregunte

_ Tenias planeado pasar Navidad con tu familia –dijo la señorita Miriam- Simplemente di que pasaras mas días con ellos y por eso partes antes de lo debido.

_ Se darán cuenta que no estoy diciendo la verdad, se los habría dicho de ser así –dije y clave mi vista tristemente en mi taza- Él se dará cuenta que le estoy mintiendo y no quiero tener que hacerlo.

_ Lo lamento Katherin pero es lo que tienes que hacer –dijo ella

_ El señor Engel no puede saber nada de esto –dijo el señor Folleman- Ya bastante sabe respecto a nosotros y eso no es seguro.

_ Él no me traicionaría –dije

Ninguno de los dos me respondió. Tome mi té en silencio, lamentándome por lo que tendría que hacer. Y aun así, no me habían respondido a la pregunta principal. El tiempo paso lentamente y en silencio mientras yo seguía preguntándome que les diría, que le diría a él. Ni el señor Folleman ni la señorita Miriam hablaron de nuevo, simplemente se transmitían lo que querían decir con una mirada. Pero yo no les prestaba atención, no hacia nada mas que sentirme mal por que tendría que mentirle. El timbre que marcaba el comienzo de la segunda hora sonó pero los dos parecieron ignorarlo, estaba más que claro que no me dejarían sola y que esto no había terminado.

_ ¿No dará clases? –pregunte viendo al señor Folleman

_ He pedido las dos primeras horas libres –respondió él

_ ¿Cuándo me iré? –dije

_ Este mismo día –dijo la señorita Miriam- Luego del almuerzo partirás de la escuela para hacer tus valijas.

_ Llévese todo lo que considere necesario –dijo el señor Folleman

_ Y Katherin –dijo la señorita Miriam mirándome seriamente- Tú no vas a ir por vacaciones.

_ ¿Y entonces por que? –Dije- Aun no me han respondido a esta pregunta.

_ Ira por orden del director de Solcius –dijo el señor Folleman

_ ¡No me importa quien sea que dé la orden! Me están obligando a irme de aquí, a engañar a mis amigos, a mentirle a la persona que amo –dije indignada- ¿Y todo por que? ¿Por qué el presidente de una organización de la cual me entere su existencia hace poco mas de un mes esta dándome la orden de que me vaya? Esto no es justo, no quiero hacerlo.

_ Iras por orden de tu madre –dijo la señorita Miriam y me quede en blanco

_ Mi... ¿Mamá? –logre articular luego de un minuto y ella asintió

_ Fue una orden del director de Solcius y de tu madre –dijo ella- Tu madre fue la que hizo esta petición, dijo que necesitaba verte cuanto antes. Katherin, tú no iras para pasar más días con tu familia, iras para ser entrenada como otra servidora de Solcius capaz de cumplir con su deber.

Me quede totalmente en blanco. Como si hubiera recibido un duro golpe en la cabeza y el aturdimiento aun persistiera. ¿Entrenada? No, no me podía imaginar en alguna instalación secreta de Solcius siendo entrenada. ¡Y todo esto por una petición de mi mamá! Esa era la parte que mas me costaba asimilar. Mas minutos pasaron en silencio pero a ninguno de los dos pareció impacientarle eso sino que tomaban tranquilamente de su té.

_ ¿Por qué? –pregunte

_ Se acercan tiempos oscuros –dijo el señor Folleman- Esta semana se ha difundido la noticia de que alguien intenta liberar a Lucifer.

_ Debes ser entrenada Kat para ser capaz de enfrentarte a ello –dijo la señorita Miriam y tomo mis manos- No tienes de que preocuparte, tu nivel ya es muy alto para jamás haber sido entrenada y aprendes rápido. En una semana serás toda una experta y además estarás bajo la tutoría de nuestros mejores miembros. Es una oportunidad única la que tendrás.

_ Ahora la pregunta es: ¿Usted esta dispuesta a aceptarla o se quedara aquí rezando por que la mano izquierda de Lucifer no la mate? –Dijo el señor Folleman- Sabemos que él viene tras usted.

_ ¿Por qué yo? –pregunte

_ Por que eres la hija de Caroline Chevalier y Adrian Strega –dijo la señorita Miriam- La mano izquierda de Lucifer no dudara en venir tras de ti. Te querrá en su bando y si no puede tenerte te matara.

_ ¿Qué hay de mi hermana? Ella ya le ha jurado lealtad –dije

_ Nos ocuparemos de eso y de mucho mas –dijo el señor Folleman- Por ahora por lo único que debe preocuparse es por qué deberá llevarse.

_ Y que le dirás a tus amigos –dijo la señorita Miriam y me miro- Y debe parecer creíble.

_ No será problema hacer que me crean –dije y suspire- Pero me gustaría no tener que engañarlos.

_ Técnicamente no los estarías engañando –dijo ella- Es cierto que iras a pasar mas días con tu familia. Ahí encontraras todas las respuestas que tanto deseas.

Automáticamente mire mis manos, ambas portando unos guantes azul oscuro. Tenia demasiadas preguntas, pero ellos no me las responderían. Los únicos que podrían respondérmelas eran mis padres. Suspire nuevamente y tome de mi té. Sonreí, pasándome la lengua por los labios y disfrutando del dulce sabor. No pude evitar hacer un sonido de gusto al tomarlo y rápidamente vacié mi taza. La señorita Miriam sonrió, feliz de que me hubiera gustado tanto y volvió a llenar mi taza, sirviéndole dos terrones de azúcar.

_ Haces un té excelente –dije mirándola

_ Realmente la señorita Miriam hace un té excelente –dijo el señor Folleman

_ Edgar, ya puedes dejar tanta ceremonia –dijo ella- Katherin es de los nuestro, forma parte de nuestro equipo.

_ Aun así. La educación es la educación –dijo él- En mis tiempos...

_ Tus tiempos concluyeron hace años –dijo la señorita Miriam y ambas sonreímos

_ Pues lo lamento si me quede en el tiempo –dijo el señor Folleman y también sonrió- Aunque admito que hacia tiempo que no me sentía tan entre los míos a pesar de la diferencia de edad. Es un placer estar tomando el té con usted, señorita.

_ Puede decirme Katherin –dije y le sonreí- También puede dejar de tratarme de usted.

_ Esta bien, Kat –dijo él y me sonrió amablemente

_ Entonces se supone que debo partir este mismo día para empezar con mi entrenamiento –dije y la señorita Miriam asintió

_ Volverás pronto Katherin, no te preocupes –dijo ella- Para año nuevo ya estarás de vuelta aquí y podrás recuperar tu curso escolar. Estará todo cubierto, simplemente iras a nuestras instalaciones.

_ Aprenderás mas de nosotros y de todo lo que te rodea –dijo el señor Folleman- Veras el mundo y a todos sus seres con otros ojos. Te darás cuenta de que no solo existe lo iluminado o lo oscuro.

_ Conocerás aun mas a fondo al Consejo y a la Secta –dijo la señorita Miriam- Aunque creo que a la segunda ya la conoces perfectamente. Pero sabrás de lo que es capaz el Consejo.

_ Lo que ahora sabes sobre ellos es la información básica –dijo el señor Folleman- Aprenderás de nuestra historia, nuestros fundadores, nuestro deber, nuestros inventos, todo.

_ Te esperan cientos de cosas por descubrir –dijo la señorita Miriam- Y espero que sepas aprovechar esta oportunidad. Conocerás todos tus poderes y habilidades y te enseñaran a utilizarlos por completo, a rendir al cien por ciento. Por que lo que haces ahora no es ni una mínima parte de lo que eres capaz.

_ Aun así eso no cambia el hecho de que deberé mentirle a mis amigos –dije y la señorita Miriam me miro con compasión

_ Lo lamento Kat, pero ya no podemos confiar en nadie que no sea de los nuestros –dijo ella- Y lamentablemente todos los amigos que tienes aquí sirven al Consejo.

_ Pero ellos no quieren servirles –dije- Los ángeles han cambiado sus pensamientos respecto a las leyes del Consejo y a Mecha nunca le gusto que su padre fuera funcionario del Consejo.

_ Pero ellos han crecido bajo las leyes e historias del Consejo –dijo el señor Folleman- No importa que no estén de acuerdo con el Consejo, para ellos no somos más que traidores. Nos ven como una organización rebelde y no podemos arriesgarnos a que nos delaten. El Consejo ya trato de eliminarnos una vez y fallo, lograron todo lo contrario.

_ El Consejo los descubrió cuando apenas si se había creado Solcius y trato de deshacerse de ellos –dije y clave mi vista en el suelo- Los envió en una misión experimental, los hizo viajar en el tiempo sabiendo que no volverían.

_ Veo que te han contado la historia –dijo la señorita Miriam- ¿Acaso fue el señor Engel?

_ Así es –dije- Pero eso fue antes de que él supiera que Solcius seguía existiendo y que yo le servia.

_ El Consejo creyó haberse deshecho de nosotros con aquello pero se equivocaron –dijo el señor Folleman- Los primeros servidores de Solcius fueron enviados al pasado, a una de las épocas mas oscuras donde Lucifer fue liberado y encarcelado nuevamente.

_ ¿También te han contado esa historia Katherin? –Pregunto la señorita Miriam y negué con la cabeza- Ayer saliste con tus amigos en una de esas misiones suyas. ¿Dime, has escuchado algo interesante?

_ Solamente he aprendido que Lucifer fue liberado hace muchos años y vuelto a encerrar por los ángeles –dije y el timbre que marcaba el final de la segunda hora sonó

_ ¿Y dime Katherin, tienes idea de quienes fueron esos ángeles? –pregunto la señorita Miriam

_ No –dije

_ Fueron los primeros servidores de Solcius –dijo el señor Folleman y de pronto golpeo con un puño el escritorio- ¡El Consejo ni habría podido sobrevivir a la primer batalla! ¡Fuimos nosotros quienes nos enfrentamos a la furia de Lucifer y a sus mejores soldados! ¿Y como nos agradeció el Consejo? ¡Dejo a todos esos servidores de Solcius ahí en el pasado, olvidados totalmente!

_ Calma Edgar –dijo la señorita Miriam poniéndole una mano sobre el brazo y el profesor Folleman se tranquilizo

_ ¿Pero por que fueron si sabían que no podrían volver? –pregunte

_ No lo sabían –dijo la señorita Miriam- Había un modo de volver, pero hubo una traición. Todos los que fueron al pasado en ese momento nunca pudieron volver. Solamente lo lograron los dos traidores. Pero esa historia no debes preguntármela a mí, ya la sabrás dentro de poco.

_ Tienes mucho que aprender respecto a nosotros Katherin –dijo el Señor Folleman y el timbre que marcaba el comienzo de la tercer hora sonó

_ Nuestra historia es la que nos permite continuar adelante cada día –dijo la señorita Miriam- Solcius ya ha vuelto a encerrar a Lucifer una vez luego de que hubiera sido liberado, pero no podemos permitir que vuelva a ser libre.

_ ¿Qué sabes respecto al encierro de Lucifer? –pregunto el señor Folleman

_ No mucho –dije- Se algo, pero aun no le encontré mucho sentido.

_ ¿Y que es lo que sabes? –pregunto la señorita Miriam

_ Era algo extraño lo que escuche. Algo sobre que un caballero y un brujo fueron quienes detuvieron a Lucifer y lo volvieron a encerrar –dije, haciendo un esfuerzo por recordar las palabras de Alex- Ambos condenaron sus sangres por eso. Y dicen que no convendría tener la sangre de ellos dos a menos que quisieras estar siempre al borde de la muerte.

_ Si sabes controlarlo no estarás siempre al borde de la muerte –dijo el señor Folleman- El problema es si se pierde el equilibrio entre ambas cosas.

_ ¿Qué quieres decir? –pregunte y la señorita Miriam me miro seriamente

_ Eres una jovencita muy lista Katherin, de rápidas deducciones y asististe al mejor instituto del mundo a pesar de que este estuviera bajo el control de Lucifer. Eres hija de Caroline Chevalier y Adrian Strega. Sabes italiano, por lo que ya sabes que el apellido de tu padre significa bruja. ¿Sabes francés? –Pregunto ella y asentí- Entonces supongo que debes saber lo que significa chevalier.

_ Caballero –respondí automáticamente y me quede helada

_ Así es Katherin –dijo la señorita Miriam y asintió

Me quede total y completamente helada. No, no podía ser, nada de esto tenia sentido. No encontraba el modo de que fuera posible lo que acababa de oír. Me costaba asimilar las palabras. Casi automáticamente una mano mía fue a mi pecho y tomo mi collar entre sus dedos. Sentí el rápido latir de mi corazón bajo mi ropa y como mi mente se esforzaba por pensar pero sin encontrar resultado alguno.

_ No es posible –fue lo único que dije

_ Lamentablemente en este mundo todo es posible –dijo el señor Folleman- ¿Cómo es posible que dos de sus mejores y mas leales servidores traicionaran a Solcius? Ellos formaban parte del grupo fundador y aun así los traicionaron, a sus compañeros y amigos, y volvieron a servirle al Consejo.

_ Katherin, todo esto debe explicártelo tu madre, por eso hizo esta petición –dijo la señorita Miriam- Partes esta tarde. Te prometo que estarás bien y todas tus dudas serán aclaradas, solamente debes hacer lo que debes. Ahora váyanse, estoy segura de que Edgar no puede ausentarse la tercera hora y ya te hemos retenido bastante Katherin.

Me puse en pie, tratando de convencerme de que no tenia nada por que preocuparme aunque la realidad era todo lo contrario. Por primera vez realmente me sentía totalmente helada y blanca, como había estado en mis primeros días luego de que me hubieran robado mi temperatura y color. Aunque eso ya había pasado y lo había superado. Pero en este mismo instante, me sentía como en mis primeros días. Extraña, temiendo por lo que podría pasarme y sobretodo sin saber como demonios había terminado en este tipo de asuntos metida. Si, exactamente a mis primeros días en este lugar.

El señor Folleman me paso una mano por la espalda y ambos salimos de la sala de ciencias físicas. Los pasillos estaban totalmente desiertos, claro, era horario de clases y nosotros dos estábamos llegando tarde. Apenas si podía caminar, trataba de concentrarme en poner un pie delante del otro. Pero mi mente estaba en otra parte, simplemente ya no podía ni pensar. Caminamos tranquilamente, debía admitir que él me tenía paciencia. ¿Pero quien no la tendría considerando de lo que me acababa de enterar?

_ Este fue el pasillo que resulto menos dañado cuando combatiste con el señor Devang. Realmente debo admirar tu valentía –dijo el señor Folleman pero no respondí- Ya veo, aun no logras asimilar los hechos.

_ ¿Cómo se supone que logre asimilarlo? –Pregunte- Yo se lo que escuche y dije. Ahora estoy condenada, estoy siempre al borde de la muerte.

Mis manos comenzaron a temblar y me quede quieta. El señor Folleman se paro delante de mí y puso sus manos sobre mis hombros para que me tranquilizara. Lo mire, casi suplicándole por que me dijera que todo esto era mentira, que yo enserio no estaba condenada del modo en que lo estaba. Él me miro fijamente a los ojos con una mirada tranquilizadora. Deje de temblar, pero aun así me sentía helada por dentro y sentía el miedo invadirme lentamente, disfrutando de mi temor.

_ No debería decirte esto Katherin pero si, es cierto. Siempre has estado y siempre estarás al borde de la muerte –dijo el señor Folleman y me paralice- Angelina me pidió que no te lo dijera pero yo creo que no deberíamos ocultarte cosas, mucho menos si te conciernen a ti.

_ ¿Por qué me sucede esto a mí? –pregunte ya sintiendo mis ojos humedecerse

_ Existen seres de luz y seres de oscuridad. Tú eres ambos Katherin. El equilibrio que hay dentro de ti es muy frágil y él tratara de romperlo. Para que tu oscuridad domine o para que mueras –dijo el señor Folleman y me limpio las lágrimas- Pero tú eres una jovencita muy fuerte Katherin. Tu fortaleza es lo que algún día te permitirá mantenerte con vida si el equilibrio se llega a romper. ¿Sabes una cosa? Yo confío en ti, sé que no te sucederá nada. Pero yo no soy el mejor para explicarte este asunto. Ahora sonríe, no es bueno ver a una señorita llorar.

Trate de sonreír lo mejor que pude a pesar de las lagrimas y él me tendió un pañuelo. Me seque las lágrimas y logre recuperar la compostura. Le sonreí de nuevo al señor Folleman al devolverle su pañuelo y él me sonrió amablemente, con una sonrisa que simplemente decía que no había nada por que preocuparse.

_ Mucho mejor. Ahora ten –dijo sacando un chocolate de su bolsillo y guiñándome un ojo- A mí siempre me ayuda cuando no estoy de buen ánimo. Tómalo.

Lo tome y quite poco a poco el envoltorio, rompiendo un pedazo y llevándomelo a la boca. El señor Folleman sonrió nuevamente y volvió a pasarme un brazo por la espalda. Continuamos el resto del camino e intente recuperarme, no podía permitir que los demás vieran lo que me sucedía. Mi mano libre fue al pecho y tomo mi collar, acariciando el sol con sus dedos. Suspire, otra mentira más, otra cosa más que ocultarle a Alex. Camine con la vista clavada en el suelo, tratando de no sentirme culpable por engañarlo. Llegamos a la clase minutos después de lo que era debido. El señor Folleman apretó una ultima vez mi hombro para darme fuerzas y me sonrió de un modo que solo decía “no hay nada de que temer”.

Todos los alumnos ya estaban dentro, disfrutando de los minutos libres sin profesor. Alex fue el primero en levantar la cabeza al verme entrar con el profesor Folleman pero evite su mirada y clave mi vista a un lado. Fui a sentarme en mi lugar correspondiente, a un lado de Mecha y el profesor tomo uno de sus libros para comenzar con la clase.

_ Alguien dijo una vez “¡Ah, soy juguete del destino!” –cito el señor Folleman- ¿Alguien puede responderme quien fue?

_ Romeo Montesco –dije- En la obra de William Shakespeare: Romeo y Julieta.

_ Exacto señorita –dijo el profesor

Él continuó con su clase y no pude hacer más que ignorarlo. Sabía que si levantaba la vista, si escuchaba todo lo que estaba diciendo, me sentiría mal de nuevo. Yo misma era un juguete del destino. Pero no había nada que pudiera hacer para evitarlo. La clase concluyo rápido, considerando que habíamos llegado casi a la mitad de la hora y yo no preste la más mínima atención luego de responder a la primera pregunta.

El timbre que marcaba la hora del almuerzo sonó y tire todas mis cosas dentro de la mochila. Deseaba salir de aquí cuanto antes, partir a la casa de Cato para poder hacerme las valijas y volver a mi hogar para pedir las explicaciones que me correspondían. Trataba de ignorar el hecho de que siempre estaba al borde de la muerte, trataba de no pensar en ello pero me resultaba imposible. Me puse en pie y empecé a caminar, pero apenas pase por el escritorio del profesor él se aclaro la garganta y me detuve en seco sabiendo que no podía seguir.

_ ¿Me concede unos minutos a solas señorita Strega? –pregunto el profesor

Mire para todos lados, viendo como el resto de los alumnos partían y suspire sabiendo que debía quedarme. Mecha se detuvo tan solo un segundo en la puerta para verme pero luego partió, por nada del mundo se perdería un día en que la cafetería servia tacos.

_ Supongo que no tengo otra opción –dije

_ Señor Engel, necesito que usted también se quede –dijo el señor Folleman

Alex se detuvo justo antes de salir, mirando sorprendido al señor Folleman pero luego vino a pararse a mi lado frente al escritorio. El señor Folleman tomo asiento cómodamente en su silla y saco un paño. Comenzó a limpiar sus anteojos distraídamente mientras nosotros dos aguardábamos. ¿Y ahora que? No podía haber más sorpresas en este día, ya me había enterado de bastantes cosas. El señor Folleman se detuvo por un segundo y me echo una mirada que supe lo que significaba. Mire rápidamente la puerta e hice que esta se cerrara. Listo, nadie escucharía nada, aunque no sabia que iba a decir.

_ Tengo entendido que anoche se infiltraron nuevamente entre servidores de la Secta –dijo él

_ Así es –dijimos los dos casi al mismo tiempo y nos miramos entre nosotros

_ Entonces ya saben lo que los brujos andan buscando –dijo el señor Folleman

_ Quiere liberar a Lucifer –dijo Alex

_ Entiendo. ¿No saben nada más? –Pregunto el profesor y Alex vacilo- Ya veo, no confía en mí para decirme esa información.

_ Ustedes tampoco confían mucho en mí –dijo Alex

_ Eso es cierto, no nos podemos permitir confiar en usted –dijo el señor Folleman y me miro- ¿Y usted señorita? ¿Sabe algo más?

_ Lo lamento –dije y baje la vista- Pero esa información es de Alexander y si él no quiere decirla yo no puedo hacerlo.

_ Bueno, lo entiendo perfectamente señorita, es igual que sus padres. Señor Engel, ya puede retirarse si quiere –dijo el señor Folleman y me miro- La señorita Strega debe quedarse unos minutos mas para que le dé su tarea extra para compensar las clases que estará ausente.

_ ¿Qué? –pregunto Alex y suspire

Aquí llegaba la hora de mentir, del engaño. No lo quería hacer, no quería ocultarle cosas pero debía hacerlo. Por alguna razón el señor Folleman había dicho que no nos podíamos permitir confiar en él a pesar de que yo la desconociera. Respire hondamente, esta seria mi única oportunidad de hacerlo. Sonreí y puse mi mejor cara de inocencia sabiendo que él me creería cualquier cosa.

_ Mi mamá llamo hace unas horas –dije- Ella dijo que necesitaba verme cuanto antes y por eso tengo que partir antes de lo debido. Ya me he ocupado de cubrir las cosas con dirección y al parecer el señor Folleman no piensa dejar que me pierda ninguna clase suya así que me dará tarea extra por ello.

_ ¿Y cuando te vas? –pregunto Alex

_ Ella dijo que cuanto antes así que supongo que me iré hoy. Cuando termine de hablar aquí parto para hacer mis valijas –dije y baje mi vista- Lamento que tenga que partir así de improviso.

_ No tienes por que lamentarte –dijo Alex y se detuvo antes de partir- Solamente te pido una cosa. Ven a verme antes de que te vayas, me gustaría poder despedirme de tu sin que haya un profesor de por medio.

El señor Folleman asintió al ser nombrado y no pude hacer más que sonreír. Alex me devolvió la sonrisa y partió. La puerta se cerró detrás de él y conté internamente hasta diez, luego, hice echar el cerrojo. El señor Folleman suspiro acomodándose mejor sobre su silla y mire el suelo. Casi al instante la tristeza me invadió. ¿Por qué él tenia que creer tan fácilmente en mi? No necesitaba preguntarlo, lo sabia y eso me hacia sentir aun peor. Por que él confiaba en mí y me quería.

_ ¿En ningún momento podré decirle la verdad? –pregunte y él señor Folleman negó con la cabeza

_ Lo lamento pero era el mejor momento para que se lo dijeras –dijo el señor Folleman

_ ¿Por qué? –dije

_ Por que el señor Engel estaba más concentrado en mi desconfianza. Eso es algo que aprenderás en tu entrenamiento, a encontrar el mejor momento para mentir –dijo el señor Folleman

_ No es justo –refunfuñe- Él confía plenamente en mi.

_ A todos nos ha tocado alguna situación similar en donde tuvimos que mentirle al ser amado –dijo el señor Folleman y suspiro- El Consejo mato a mi esposa cuando aun éramos jóvenes. Ella estaba embarazada, perdí a dos personas de un solo golpe. Lo que quiero decir con esto es que a veces es mejor dejar al otro en la ignorancia. Si mi esposa no hubiera sabido que yo estaba involucrado con Solcius, probablemente el día de hoy ella estaría viva y yo tendría un hijo.

_ Lo lamento –dije y baje la vista, sintiendo su pesar- Hasta ahora solo he estado pensando en mi y eso no esta bien de mi parte. Los escuchare mas seguido, pero desearía que ustedes también me escucharan a mi.

Me di media vuelta, tratando de no pensar en las palabras que había dicho el señor Folleman. ¿Enserio el Consejo era capaz de algo así? Pobre hombre, no quería ni pensar en cuanto debió ser su sufrimiento. Quizás era por eso que ambos insistían en que no debía decir nada. Alex ya casi había muerto por que lo hubiera involucrado una vez en mis asuntos, no deseaba que eso volviera a ocurrir. Estuve en la puerta y mi mano cayo sobre la perilla para poder salir.

_ Muchas gracias por las charlas del día de hoy –dije y gire el tomo de la puerta

_ Te veré pronto –dijo el señor Folleman- Y Katherin, cuando estés en donde debes, no olvides preguntar por Michael Engel.

Me quede paralizada tan solo un segundo al oír lo ultimo. Luego asentí y salí del salón. La puerta se cerró detrás de mí y respire hondamente, cerrando los ojos y tratando de calmarme. Camine por el pasillo hasta llegar a mi casillero. Deje prácticamente todo ahí dentro. Los libros, los cuadernos, las cosas que no necesitaría y no volvería a ver hasta que volviera. ¿Y todo eso para que? ¿Para ir a ser entrenada en algún lugar? No podía creer que mi mamá hubiera pedido esto. De hecho, no podía creer la mayor parte de lo que me había enterado el día de hoy. Les pediría mil explicaciones a mis padres apenas los viera. Suspire, apoyándome de espaldas contra los casilleros y cerrando los ojos. Necesitaba tranquilizarme, necesitaba olvidarme de todo lo que había aprendido el día de hoy. Y sobretodo, necesitaba dejar de pensar en todo lo que me estaba pasando.

_ Parece que estas sosteniendo una gran carga –dijo Alex apoyándose a mi lado

Entreabrí los ojos apenas para verlo. Él me sonrió y yo le devolví la sonrisa. Mi mano busco la suya hasta encontrarse y sus dedos se entrelazaron con los míos. Sonreí, cerrando los ojos nuevamente y tranquilizándome. Era tonto, pero este simple gesto bastaba para hacerme sonreír y pensar que todo iba bien. Lo mire por unos segundos y luego lo solté. Volví a lo mío, a dejar todo lo que no necesitara en el casillero.

_ Sabes una cosa, no me importa que ellos desconfíen de mi y te hagan ocultarme cosas, yo jamás te traicionaría –dijo él y suspire

_ ¿Te quedaste escuchando? –pregunte

_ No necesito quedarme escuchando para saber lo que sucede –dijo él- Recuerda que mi virtud es la intuición. Lo puedo entender todo a partir de una pieza del rompecabezas. Tú no te vas por que quieres, te vas por que te dieron esa orden.

_ Este no es el lugar mas seguro para hablar –dije y lo mire a los ojos- Perdóname, esto no es algo que yo quiera hacer.

_ ¿Perdonarte? –Dijo él y sonrió, acariciando mi mejilla- ¿Tienes idea de cuantas veces he estado en tu misma posición? ¿Cuántas veces el Consejo me ha dicho que ocultase cosas a los demás?

_ Esto no es lo mismo. Solo déjame averiguar en que diablos estoy metida y te prometo que te contare todo cuando pueda –dije

_ ¿Entonces enserio te iras este día? –Pregunto Alex y asentí- Al menos hazme ese favor y ven a hablarme después de clases. Te extrañare mucho Kat.

Sus labios tocaron dulcemente los míos y sus manos se cernieron entorno a mi cintura. Sonreí, pasando mis manos alrededor de su cuello y devolviéndole el beso. Sentí mi pulso acelerarse y me quite un guante, permitiéndome tocarlo. Mis dedos se entrelazaron con su cabello y perdí cualquier control. Sus besos siempre me resultaban intensos e irresistibles, simplemente me era imposible contenerme.

_ Te contare todo apenas pueda y este segura –dije- No me importa si debo o no debo decírtelo, tu ya rompes demasiadas leyes por mi. Y por favor, perdóname por ocultarte cosas pero ellos no me dejan otra alternativa.

_ Realmente detesto cuando las organizaciones te piden que ocultes la información –dijo Alex

_ ¿Confías en mi? –pregunte y él asintió- Entonces no tienes por que preocuparte por la carga que llevo. Ya sabes que yo confío en ti y antes de serle fiel a Solcius, te soy fiel a ti.

_ Eres muy olvidadiza –dijo él sonriendo- ¿Qué fue lo que te dije cuando apenas nos conocíamos y tu hacías preguntas que yo no podía responderte?

_ Me hiciste preguntas que yo no podía responderte –dije y sonreí- Y me dijiste que era mi vida personal, que no tenia por que responderte al igual que tu tampoco tenias por que responderme.

_ Yo confío en ti y en lo que haces –dijo él- No tienes por que darme explicaciones ni lamentarte por que tu organización te dio la orden de no decir nada. Simplemente deja de preocuparte por mi por que sabes que estaré de tu lado no importa que suceda. Ya te lo he demostrado cuando nos tuvimos que enfrentar con Nick y luego con Diana. ¿Te veré después de clases si es que sobrevivo a la comida toxica de la cafetería?

_ ¿Me cubres con los demás? –pregunte y él asintió- Entonces si, muchas gracias.

_ Una ultima cosa –dijo él tomándome por la mano como si quisiera detenerme- Nosotros para Navidad volvemos con nuestras familias, pero año nuevo la pasamos aquí todos juntos. Me gustaría que volvieras a tiempo para festejar año nuevo con nosotros.

_ ¿No le molestara eso a Raphael? –dije y Alex sonrió

_ El líder soy yo, no Raphael –dijo él- Y el segundo al mando es Gabriel aunque eso vaya contra las reglas que me impuso el Consejo al hacerme líder. Por lo tanto, Raphael no tiene ninguna autoridad importante como para decir que no puedes pasar año nuevo con nosotros.

_ ¿Hay alguna regla o ley del Consejo que no hayas roto? –pregunte y él hizo una mueca

_ Ellos ya me hicieron bastante al condenarme a esta pena –dijo Alex y clavo su vista en el suelo- Yo nunca desee esto. Nunca quise ser líder, nunca quise servirles y nunca quise ocupar el lugar que dejo mi hermano como castigo.

_ Si te sirve de algo, eres un gran líder –dije y suspire- A pesar de que a veces te mande al demonio, de que a veces me des ganas de matarte, te quiero mucho y se que los demás también.

_ Así que te he dado ganas de matarme –dijo Alex y asentí- ¿Se puede saber por que?

_ Por que casi más habías muerto y como un tonto andabas preocupándote por mis lágrimas –dije- Por que te culpaste a ti mismo frente a Raphael para que yo no quedara como la culpable y casi más eres entregado al Consejo por traición. Y por que a pesar de que ya no me odies, sigues buscando el modo de deshacerte de mí.

_ Eso es por simple curiosidad –dijo Alex y sonrió, tomándome de nuevo por la cintura y acercándome a él- Segundo: cuando Raphael nos juzgo a los dos, eras tu la que me estaba encubriendo para que yo no quedara como culpable.

_ Si yo hubiera quedado culpable hubiera podido escapar. En cambio a ti, estuvieron a punto de acusarte de traidor frente al Consejo –dije y él me callo poniendo dos dedos sobre mis labios

_ No me interrumpas –dijo él mirándome- Tercero: estabas llorando en ese momento. ¿Cómo querías que no me preocupara por eso? Sabes que simplemente no puedo verte llorar. Y además, yo soy así, soy capaz de hacer cualquier cosa sin importar mi estado.

_ Y luego terminas sin siquiera poder mantenerte en pie –dije

Lo mire durante unos segundos, había tantas cosas que deseaba decirle. Pero este no era el lugar ni el momento adecuado. Me detuve antes de cerrar el casillero, mirando el gran libro negro que estaba dejando dentro. Lo tome, sintiéndome una tonta por casi haberlo olvidado. No podía dejarlo, no este libro que me había acompañado desde el inicio de todo. Sonreí al abrir el libro y ver la pagina marcada con la hermosa pluma, tan blanca que parecía resplandecer por ella misma. Cerré el libro y lo guarde en mi mochila. Levante mi vista, sonriéndole a Alex y él me abrazo.

_ Mientras tengas mi pluma sabes que nada podrá pasarte sin que yo interfiera –susurro él en mi oído

_ No es justo que tú puedas protegerme de este modo y yo no –dije y él rió dulcemente

_ Me proteges mejor de lo que crees –dijo él- Gran parte de los dones de los brujos son mentales y el hechizo que tu me hiciste sigue en pie. Ninguno de esos dones ni hechizos que tengan involucrada a la mente me afectaran. Olvídate de lo demás, puedo yo solo. Simplemente no hagas ninguna tontería mientras estés donde sea que estés y no te metas en problemas.

_ Ojala fuera tan fácil como lo haces sonar –dije sonriendo y él también sonrió

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