Capitulo 12: Zona de ángeles


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Volví a entrar a la casa aun estando sin palabras. Como lo había supuesto, Cato se había desplomado sobre su cama y fui sigilosa al pasar frente a la puerta cerrada de su habitación. Luna me recibió con gran alegría al verme entrar en el cuarto y enseguida me senté en el escritorio tratando de despejar mi mente a tiempo que me deshacía de los guantes. ¿Qué? ¿Cómo que esa pastilla no hacia nada más que inducir el sueño? ¿Acaso me había curado yo sola? No, eso era imposible. Estando enferma había descansado todo el tiempo y aun así estaba segura de que estaría enferma quizás toda la semana. En cambio Alex... Él me había dicho que me iba a curar, que iba a estar perfectamente bien para mañana y ahora estaba perfectamente sana. Había sido él, estaba segura, yo no podría haberme curado por mi cuenta.

Trate de rememorar todo lo que había sucedido. Había quedado inconsciente en los brazos de Alex cuando la enfermedad al fin me había ganado. Cuando al fin me desperté, estaba sola en mi habitación y luego había hablado con él. Había tomado la pastilla y esta me había inducido el sueño al instante. Él me había besado en la frente y de pronto ya me sentía mucho mejor, la enfermedad se había ido y estaba perfectamente sana. Y después... cuando él me había besado... Casi me sobresalte de la silla y me lleve dos dedos a la boca, tocándome apenas el labio inferior. Fue él. Él me curo. Sus labios, sus besos, el sutil rozar de su piel contra la mía era lo que me había curado.

_ Ay Katherin, mira que hay que estar loca para creer eso –murmure apoyando mi cabeza entre mis manos

¿Realmente, que el beso de un humano me hubiera curado? Enserio había que estar loca para creer algo así. Y sin embargo, en mi vida había besado a varios humanos y nunca había sentido algo similar a lo que había sentido al besar a Alex. Su beso había sido algo fantástico, algo que nunca había sentido. ¡Y pensar que simplemente había sido un rozar de labios! Si eso me había causado el rozar de sus labios con los míos, no quería ni pensar en que pasaría si fuera mucho más que eso. Y aun así, su momento, su beso, su todo, Alex, seguía grabado en mi cabeza. No podía dejar de pensar en él, en su suave caricia, en sus manos alrededor de mi cintura, en su suave beso, en todo.

Debía distraerme, encontrar alguna forma de dejar de pensar en ello. Mire mis manos, en estos momentos mi humor no era como para tener las uñas de un color apenas rosado. Sonreí ante la idea y rápidamente puse ambas manos frente a mi rostro.

_ Quitāre –dije y el esmalte desapareció al instante- Agora pictāre.

Mire con curiosidad mis uñas, ahora pintadas de un color transparente. No había sido lo que tenia en mente. Pero en cuanto a los hechizos básicos, que eran en latín, lo cierto era que no se podía especificar mucho. De hecho, por más raro que pareciera, solo muy pocos brujos sabían hacer los hechizos en sus idiomas propios. Este no era mi caso, yo recurría al idioma original, el latín. Aunque también conocía otro idioma para hacer hechizos...

_ Cambiamento di colore –dije

Ah, bendito Nicholas por haberme enseñado italiano y a hacer hechizos en esta lengua. Al latín ser una lengua muerta, no se podía especificar mucho pero yo también sabia utilizar la magia en italiano. Enseguida mis uñas cambiaron al color que tenia en mente, en menos de un segundo cada una estaba de color negro y sonreí. Ya que iba a estar usando unos guantes de hilo negro por el momento...

Me levante del lugar y mire la hora. Eran apenas pasadas las diez de la noche. Tendría tiempo para disfrutar de un dulce baño si así lo deseaba. Media hora después ya estaba bañada y en pijama sobre mi cama mientras trataba de pensar con claridad. Un beso, una cura. Eso realmente no tenia sentido. ¿O si?

Me sobresalte totalmente al escuchar sonar mi celular y respire para calmarme antes de tomarlo. Me fije en el numero, Nikky, no me parecía raro pensando que le había dicho que me llamase ante cualquier novedad. Suspire una última vez mientras me sentaba sobre mi cama.

_ Hola –dije

_ Hola Kathy. ¿Ya te sientes mejor? –fue la primera pregunta que ella hizo

_ Me cure milagrosamente –admití- Ahora estoy perfectamente sana por lo que mañana iré a la escuela.

_ ¡Que bueno escuchar eso! –Exclamo ella- Me tenias preocupada con eso de que estabas enferma y encima Cato había tenido que venir a cubrir el asunto junto con mi papa. Él tuvo que quedarse en la zona a tomar declaraciones de los peatones y según tengo entendido Cato ya volvió para descansar. Yo tuve que volver a mi casa, en realidad no quería, ahora estoy atada a la tortura de ordenar toda la ropa de mi cuarto. Por cierto ¿Con quien estabas antes? Jamás me respondiste eso –refunfuño Nikky

_ ¿Prometes guardar un secreto? –pregunte y ella hizo un sonido de afirmación- Estaba con Alex.

Casi tuve que taparme los oídos ante el grito que ella pego. Aleje el celular rápidamente para que este no me torturara y una vez que paso volví a acercar el celular a mi oreja. Era Nikky, no podía esperar otra reacción de su parte.

_ No te preocupes, no le diré a nadie. Palabra de periodista –dijo Nikky

_ Aun no lo eres –dije riendo

_ Pero algún día lo seré. Y como buena periodista debo guardar todos los secretos que se me son confiados. No le diré a nadie –contesto ella- ¿Y? ¿Qué sucedió? ¿Cómo fue que terminaron solos en la casa? Quiero que me cuentes TODO.

_ Solamente yo me sentía mal cuando Cato tenia que irse y él se ofreció a quedarse y cuidarme –dije

_ ¿Y que hacia Alex en tu casa, por empezar? –pregunto Nikky

_ Vino a ayudar a Cato con su trabajo, o al menos eso me dijo por que en realidad apenas le hablo. Estuvimos la tarde hablando en el porche y cuando al fin entramos fue que sucedió todo y Cato se tuvo que ir –respondí

_ Y luego me llamaste a mi para saber que andaba pasando y no me dijiste nada de con quien estabas y bla bla bla –balbuceo Nikky

_ No exactamente –dije con una mueca- Cuando Cato se fue deje de fingir que estaba bien y la enfermedad me gano. No resistí mas, me caí, me quede inconsciente, aunque Alex me agarro para que no me golpeara y cayera al suelo. Él es tan... no lo se. No puedo quitármelo de la cabeza.

_ Ni que lo digas –contesto Nikky- Creo que Alexander es un mismo ángel en persona. Después de todo eso significa su apellido.

_ ¿Enserio? –pregunte sorprendida

_ Si, me lo dijo mi papa. No se en que idioma pero Engel significa ángel –respondió Nikky- Él es perfecto por donde lo mires. Me pregunto como seria si Alex me besara.

_ Es... –dije y suspire de placer, cerrando los ojos, al recordarlo- fantástico, irreal.

_ ¿Qué? ¿Lo besaste? –Exclamo ella y no respondí- Katherin Strega, besaste a Alexander ¿Si o no? –dijo Nikky con total seriedad

_ Si –dije finalmente

_ ¡Jesús, que eres una maldita suertuda! Yo estaba segura de que ustedes dos iban a terminar juntos. Tengo como un sexto sentido para este tipo de cosas. ¿Y? ¿Cómo fue? ¿Cómo es que sucedió? –Dijo Nikky totalmente ansiosa- Quiero saber.

_ Estaba hablando, él me callo poniéndome un dedo sobre los labios y luego, me beso. No se como describirlo –dije dejándome caer sobre los almohadones de mi cama y sintiendo como me ruborizaba y mis mejillas me ardían- Fue demasiado

_ Perfecto –concluyo Nikky- ¡Dios! Cuanto te envidio Katherin. Creo que seria capaz de ir ahora mismo a tu casa y llenarte de preguntas al respecto pero es demasiado tarde. Ojala que cuando yo me enfermara viniera alguno de ellos cinco a cuidarme en vez de estar todo el día en cama bajo el cuidado de mi papa.

_ Creo que estas exagerando –dije

_ Créeme que ni he empezado. ¿Te das cuenta de lo que ha pasado? ¡Alexander Engel te beso! –continuo ella

_ Eso no cambia el asunto de que hace unos días él me seguía ignorando totalmente –dije- Las cosas no cambiaran por una noche.

_ Yo pienso que fue más de una noche. De hecho, unos días, una semana. Fue el lunes cuando apareciste en la plaza con él –dijo Nikky- Para mi algo cambiara, lo presiento y sabes como soy cuando estoy segura de algo. Aquí pasara algo extraordinario, lo sé.

_ Quizás estar toda la tarde en una escena del crimen te afecto un poco –dije

_ Probablemente... Pero el punto es que yo tengo razón y ya te darás cuenta –aseguro Nikky y se escucho un ruido de timbre en el fondo- Bueno, llego mi delivery. Kathy debo colgarte. ¿Te veo mañana?

_ Mañana será –acorde- Buenas noches.

_ Adiós.

Deje el celular de lado una vez que la llamada termino y apague la luz. Me di vuelta, rodando sobre la cama y metiéndome dentro de ella para poder dormir. Al menos ya no estaba enferma, no me sentía débil, me sentía excelente y eso era lo que importaba. Caí en el sueño casi al instante y antes de que pudiera darme cuenta estaba parada en medio de un prado. Era un gran jardín, lleno de plantas y árboles y donde el verde de todo era totalmente brilloso. Me pregunte si un lugar así realmente existiría. Todo resplandecía y el aire fresco que sentía era delicioso.

De pronto, escuche un sollozo detrás de mi y me di vuelta. Lo primero que mire era la elegante casa que había. Esta tenia todas puertas de cristal que daban a este magnifico jardín y podía ver el interior elegantemente decorado. Y luego me fije delante de esta, en el pequeño niño que estaba llorando de rodillas en el patio. Enseguida sentí gran lastima por él y me acerque lo suficiente para ver el cuerpo de un pajarito que había delante de él. Mire nuevamente al niño que lloraba por el ave muerta, arrodillado, con la cabeza gacha y las manos en el rostro mientras podía ver lágrimas caer sobre el césped. Pero el reluciente cabello rubio del chico era lo que mas me llamaba la atención. Ese cabello color oro despeinado pero con gracia... Ok, ya era oficial, yo, Katherin Strega, estaba totalmente enamorada de Alexander Engel.

Continué mirando al niñito rubio llorando en el césped sin dejar de hacerme mil preguntas. Y luego, apareció otro muchacho. También de cabello rubio pero no como el del niño, no era como el oro sino más bien parecido al dorado opaco y este tenía el cabello corto. Él debía de rondar los diecisiete años, era alto, con los ojos color miel y una mirada fraternal hacia el chico. Él se agacho, pasándole una mano por la espalda al niñito y este enseguida levante el rostro ante su tacto. Me quede sin aire. Esos ojos verdes...

_ Está muerto –dijo el niño, desesperado- ¡Christ, esta muerto! Hice todo lo que pude. Lo cuido, le cure el ala, lo alimente y aun así murió. No pude salvarlo.

_ Debes entender que el pájaro cayó desde una muy alta altura. Aun con todo lo que hiciste, no tenía muchas probabilidades de sobrevivir –dijo Christ- No hay nada que podamos hacer. Esta en un mejor lugar ahora.

_ Pero... Pero... –dijo él niño y nuevamente estaba llorando por la muerte del ave- Es muy joven. ¿Por qué tuvo que morir? ¿Por qué ahora? ¿Por qué no puede recuperarse como nosotros?

_ Por que es un ave, un simple mortal. Y cuando la muerte llega, hay que aceptarla –respondió él- No se nos esta permitido interferir en este tipo de situaciones.

Mire con compasión al niño que nuevamente bajo la cabeza y se llevo ambas manos al rostro para continuar llorando. Me acerque a ellos hasta arrodillarme frente a él. Realmente no podía ver llorar a ese chiquito y mucho menos por algo tan triste como la muerte. Él había cuidado a ese pájaro, lo había curado, hecho todo lo posible y aun así el pobre animal había muerto. No podía evitar compartir sus sentimientos y yo me sentía igual de destrozada que él. Christ suspiro, mirando el pequeño cuerpo del pájaro y poniendo un dedo en donde estaría el pequeño corazón del animal. Él se acerco hasta estar a la altura de la pequeña ave y entonces la beso en el pecho. Volvió a acariciar las plumas del pájaro y entonces se separo. Casi por arte de magia, el pecho del pájaro se movió y este volvió a recuperar la respiración. Poco a poco abrió los ojos y se empezó a mover, tratando de ponerse en pie pero sin poderlo ya que tenía un ala rota. El niño en ese momento dejo de llorar ante el ruido del pájaro y levanto el rostro mas que fascinado por que el animal haya revivido. Tomo a la pequeña criatura entre sus manos, llevándosela al pecho y acariciándole las plumas mientras sonreía y el pajarito cantaba.

_ Aun no era tan tarde como para no salvarlo –dije Christ poniéndose en pie- No le digas a mama lo que hice, se supone que no podemos intervenir en estas cuestiones. Recuérdalo, esto no se hace hermanito, no podemos ni debemos hacer este tipo de cosas. Cuando la muerte llega, debemos aceptarla y no meternos en su camino. No debes usar tus poderes para curar a los demás ni salvarlos de la muerte por que eso es el destino y no podemos intervenir. Ahora ocúpate del ala rota del pájaro y será mejor que no digas nada respecto a lo que hice. Tú no debes hacerlo nunca.

Luego de eso, Christ entro a la casa y el niño se levanto, llevando el pájaro entre sus manos y siguiendo a su hermano hasta el interior. Después, toda visión se volvió oscura y en un segundo todo había cambiado. Había pasado de estar en el hermoso jardín de la casa a estar en medio de la oscuridad, con un viento frío soplando que me hacia estremecer totalmente y una niebla baja alrededor de mi. De pronto apareció un muchacho encapuchado que se detuvo frente a mí y mi sangre se congelo ante la horrible sensación que tuve.

_ No se debe espiar recuerdos ajenos –dijo él con voz sombría

Entonces él levanto una mano y de pronto me estaba sosteniendo por el cuello y levantándome en el aire, dejándome totalmente sin aire y sin la posibilidad de respirar. Él me sostenía fuertemente por el cuello, cerrando mi garganta y riendo por lo bajo ante el horror que tenia.

_ Déjame –dije y pude ver como el muchacho encapuchado sonreía

Tenia un terrible aspecto de muerte llevando esa capa negra y su sonrisa lo único que me provocaba era un estremecimiento además del frío que ya sentía. Vi el brazo totalmente desnudo del muchacho, tan pálido como la muerte y con los músculos que le resaltaban por la tensión.

_ Tortūra –dijo el muchacho al soltarme

Caí al piso, llevándome una mano al cuello y sin poder evitar gritar ante el dolor físico que sentía. Era un brujo, un maldito brujo y había aplicado el hechizo de la tortura sobre mí. Me retorcí en el suelo por el gran dolor y sin poder dejar de gritar. Era torturador, jamás había sentido tan gran dolor y este me obligaba a gritar a todo momento. Era insoportable, no podía resistirlo, sentía miles de punzadas de dolor en todo mi cuerpo y el muchacho solo parecía estar regocijándose ante mi dolor.

_ Despierta –ordeno él- ¡Despierta!

Me desperté totalmente sobresaltado, casi gritando y llevándome una mano al pecho ante lo agitada que estaba. Había un constante pitido de ruido de fondo que me martillaba los oídos y mire sobre la mesa de noche como mi despertador estaba sonando. Lo apague, dejándome caer nuevamente sobre la cama y tratando de convencerme que solamente había sido una pesadilla. Pero todo se había sentido tan real. Hasta sentía el cuerpo entumecido luego de haber soportado el hechizo de la tortura. ¡Maldito maleficio! Ahora entendía por que mi madre los odiaba tanto. Jamás me habían aplicado uno, esta era la primera vez que alguien lo hacia y había sido horrible. Trataba más que nada de convencerme que solo había sido un sueño pero entonces me estremecía al pensar como debía ser si me echaran ese hechizo encima en la vida real.

Me levante de un salto, sacudiéndome totalmente para olvidar esa sensación. En el horario habitual ya estaba abajo, cambiada y desayunando mientras revisaba las noticias en el diario. Caminaba por la cocina, portando en una mano una rosquilla de las facturas que había dejado Cato y en la otra el diario a tiempo que lo leía. Sonreí, siempre me encantaba ver aparecer en los artículos de primera plana el nombre de Joan Carlos Stuart. Realmente Cato era un genio como periodista y amaba leer sus artículos a la mañana. Lamentablemente este iba dedicado al homicidio de ayer pero se debía admitir que él había hecho un excelente trabajo reportando.

Tome mis patines en la entrada, deteniéndome un solo segundo para fijarme que las cosas de Cato no estaban y que él había partido temprano. Salí a la calle, sintiendo los calidos rayos del sol sobre mi piel y comenzando a andar en dirección a la escuela. Camine por el largo pasillo con el piso totalmente pulido y me detuve en mi casillero ya tomando mis cosas para la primera hora. El día en si pasó relativamente rápido, antes de que pudiera darme cuenta ya estábamos en las ultimas horas de escuela. Me sorprendió el hecho de que Nikky no me atormentara con miles de preguntas como bien era de esperarse de su parte. Pero luego recordé que ella había prometido confidencialidad y conociendo a Nikky, debía de preferir que habláramos del tema en un lugar mas privado y no tan publico como la escuela donde hasta las paredes oían y difundían los chismes.

Estaba en el casillero, guardando mis cosas y ya tomando lo que necesitaba para la última hora cuando lo encontré. Un pequeño papel blanco, elegantemente doblado y dejado en un estante para que yo pudiera verlo. Lo tome, desdoblando con cuidado el fino papel temiendo romperlo y tratando de imaginar quien en este tiempo dejaría una nota tan elegante y educada.

Mis mas sinceras disculpas señorita, pero le juro que yo no tuve nada que ver con el homicidio de anoche. Ha sido un malentendido puesto que yo no he tomado ni una sola gota de sangre humana como bien he dicho. Me gustaría hablar más de este tema personalmente y aclarar todas las dudas que usted tenga ante esto. Espero ansioso que podamos reunirnos este viernes a las siete p.m. en el patio de esta institución.

Mis mejores saludos,

Constantine

Esta bien, esto provocaba que me estremeciera. Demasiada elegancia y educación y ni bien esto provocaba miedo siempre que venia de parte de un vampiro. Cerré los ojos y trate de buscar la presencia de Constantine por la escuela ya que debía de haber dejado la nota durante la hora anterior. Nada, ya debía de haber partido. No me parecía raro que él estuviera fuera considerando que el día se había nublado repentinamente al mediodía y que el sol estaba totalmente oculto tras un cielo encapotado.

Doble el papel rápidamente y lo guarde en mi bolsillo para que nadie lo viera, luego decidiría si quería asistir o no al encuentro con Constantine. Tome mis cuadernos de matemáticas para la siguiente hora y en eso apareció Alex. Él se apoyo de costado contra los casilleros y me observo durante unos segundos en silencio.

_ No necesitas nada para la siguiente hora –dijo él- Tendremos examen sorpresa de matemáticas.

_ ¿Cómo sabes eso? –pregunte y él sonrió

_ El señor Bonelli es muy predecible. Cuando viene con su maletín vacío es por que piensa tomar examen sorpresa y estará toda la hora con su ordenador portátil jugando juegos de rol online. Que tipo mas obvio –respondió Alex

­_ Entonces si hay examen creo que saldré temprano –dije cerrando el casillero sin haber tomado nada- Después de todo, lo hago en cuestión de segundos.

_ Creo que yo podría terminarlo antes que tu –dijo él- Son una tontería los exámenes de esta escuela.

Levante apenas la cabeza al escuchar sonar el timbre que anunciaba el principio de la última hora. La clase de matemática, junto con la de literatura, era una de las pocas clases que compartía con Alex y en la que podía ver cuanta facilidad tenia él con el estudio.

_ Supongo que sabremos ahora quien de nosotros es mas rápido –dije sonriendo dulcemente

Ambos nos encaminamos hacia la clase y por primera vez en lo que iba del año Alex tomo asiento al lado mío. Por un segundo estuve tensa, yo normalmente me sacaba los guantes para escribir ya que eran incómodos y por primera vez me alarme de tener a alguien al lado. Pero él se sentó a mi izquierda por lo que se podría considerar que no estaba en la zona de peligro ya que yo era diestra. El señor Bonelli entro portando unas cuantas hojas en su mano y como bien había dicho Alex anuncio que hoy tomaría examen sorpresa. Hubo un sonido de queja mientras el profesor repartía las hojas y luego se sentaba en su escritorio. Me saque ambos guantes, dejándolos a un lado sobre la mesa y ya tomando un lápiz. Alex me miro sorprendido mientras esperábamos que el señor Bonelli diera la orden.

_ Alumnos, ya pueden empezar –dijo él

_ El primero en terminar gana –susurro Alex por ultimo

Sonreí ante el reto y rápidamente empecé a hacer todos los ejercicios. Me resultaba todo demasiado fácil, más bien básico. Lo único que me tomaba tiempo era redactar correctamente las respuestas y escribirlas ya que lo demás era cuestión de números y cálculos. Por un segundo me distraje, viendo lo rápido que Alex hacia el examen. Realmente eso no era normal, los demás humanos seguían en el ejercicio uno mientras que él avanzaba a la misma velocidad que yo. Me volví a cernir nuevamente sobre el examen y en eso mi mano se patino sobre la hoja.

Un toque, un simple roce basto y en eso mi mundo pareció darse vuelta. Mi mano toco apenas la de Alex y él se tenso al instante al igual que yo. En menos de un segundo ya no estaba en la clase de matemáticas. Estaba en un patio, el mismo con el que había soñado este día solamente que ahora estaba en medio de una gran tormenta. La lluvia caía a cantaros y el viento soplaba fuertemente por todas partes. Y aun así, había fuego sobre el césped y yo conocía perfectamente ese fuego. Ese fuego solo significaba una cosa y lo podía ver perfectamente. Las líneas de flama formando la estrella invertida encerrada en el círculo, el símbolo de Lucifer. Y en el medio, había clavada una espada mientras había escritura de brujos alrededor del circulo. Y todo estaba hecho en fuego, una advertencia de parte de los brujos, nada más que eso. Me acerque mas y vi al chico que estaba parado frente al circulo, con las manos cerradas en puños a cada lado del cuerpo y apretando los dientes tratando de no llorar pero sin lograrlo. Tanto la furia como el destrozo se veían grabados en su rostro iluminado por las flamas. Puse mi cabeza de costado para poder leer lo que estaba escrito: Otro ángel caído más. Enseguida lo comprendí todo y mire nuevamente la espada que estaba clavada en el centro. Jamás olvidaría esa espada, era la misma que había visto aquella noche que los cinco ángeles habían atacado al bar de brujos. Y de la empuñadura de esa espada colgaba una cadenilla plateada que tenia como dije las dos alas abiertas. Me fije otra vez en el chico de doce años y entonces todo pareció encajar finalmente. Alex... Él se acerco más al círculo de fuego y tomo con ambas manos la empuñadura de la espada a tiempo que la sacaba del suelo.

En ese momento volví a la realidad aun pasmada por lo que había descubierto. Solo un tacto bastaba para que yo supiera todo y ahora lo sabía. Yo podía saber que eran los demás también por el tacto además de por la presencia y ahora lo sabia. Alex era un ángel. Lo mire casi aterrorizada y aleje mis manos lo más que pude de él. Él continuaba totalmente tenso, con ambas manos aferradas al borde de la mesa y una expresión de shock en su rostro. Ahora estaba segura, él me había descubierto y no podía evitar sentir un escalofrió ante eso. Alex reacciono, tomando esa seriedad que ahora solo causaba miedo en mí y fulminándome con la mirada. Por un segundo logre ver el contorno de sus alas, invisibles en este momento pero aun así lograba ver de algún modo a la perfección sus alas trasparentes.

Él me echo una mirada envenenada y garabateo su nombre en la hoja del examen, levantándose y entregándola. Partió rápidamente, borrándose de la habitación y enseguida hice lo mismo. Escribí rápidamente mi nombre en la hoja, tire todas mis cosas dentro de mi mochila sin importarme. Lo único que deseaba en este momento era salir de aquí cuanto antes. Me agache para recoger mi mochila y entonces la encontré. Una pluma totalmente blanca, perfecta, tirada en el suelo justo donde antes había estado Alex. La mire con curiosidad durante una milésima de segundo antes de recordar que debía irme cuanto antes. La tome también, guardándola dentro de mi mochila y levantándome apresuradamente para irme. Deje la hoja en el escritorio del señor Bonelli y salí de la clase tratando de no entrar en pánico.

Mis pensamientos iban en mil direcciones ahora, tratando de asumir todo. ¡Como había podido ser tan tonta! Ahora lograba entender todo. Por que él tanto se interesaba en lo que pasaba en el pueblo, su estado el día de Halloween, como era que yo me había curado milagrosamente. “El beso de un ángel puede curar cualquier cosa” siempre me decía mi madre y ahora había podido comprobarlo en persona. Si la mayoría de los brujos oscuros me odiaban por haber negado a Lucifer, ahora lo harían todos. ¡Me había enamorado de un ángel! Y lo peor, ahora Alex sabía lo que yo era y estaba lo suficientemente segura como para saber que no podía esperarme amabilidad de su parte ahora.

Ni siquiera me detuve en mi casillero para tomar mis patines, no me importaba, lo único que quería en este momento era salir huyendo de la escuela. Los desérticos pasillos por la hora de clases ahora me parecían totalmente oscuros y atormentadores. Mi corazón palpitaba fuertemente y solamente una cosa se repetía en mi cabeza. Tengo que irme de aquí, tengo que irme de aquí, tengo que irme de aquí. Sofoque un grito cuando Alex apareció frente a mí, tomándome por la muñeca y empujándome contra los casilleros de modo que me acorralo.

_ Tu eras la maldita bruja que andaba por aquí –dijo tratando de no levantar la voz

Cerré los ojos y suspire para calmarme. Solamente era un ángel, nada más. Ya había vivido situaciones terribles y no permitiría que un maldito ángel se apareciera y me arruinara la vida que tanto me había costado recobrar. Él no tendría control sobre mi y no se entrometería en mi camino si no deseaba que yo lo hiriera. Abrí los ojos y lo fulmine con la mirada. Cualquier sentimiento que hubiera tenido por él se había borrado por algo mucho mas fuerte como la enemistad entre ángeles y brujos. Esos malditos seres de luz que se creían la autoridad, que hacían lo que se les antojase sin que les importase y que discriminaban a cualquiera que fuera brujo. Y entonces lo recordé. Camille, el miedo que ella tenia, como había mirado totalmente horrorizada a Alex aquella noche y como ella temblaba al hablarme sobre la maldad del líder de los ángeles de esta zona. Y luego recordé la noche de Halloween cuando él me había admitido que era el líder de entre los cinco, y aun peor, que él era quien me había perseguido aquella noche en la ciudad.

_ Y tu eres el maldito que quiso matarme –dije empujándolo lejos de mi

_ No puedes estar aquí. Será mejor que te vayas cuanto antes o me encargare de que te arrepientas del momento en el que decidiste poner un pie en este pueblo –dijo Alex

_ No me iré, no puedes obligarme a hacerlo –dije molesta- No he hecho nada malo y tu no puedes atacarme por que si. Te advierto, que si te entrometes en mi camino, no dudare en tocarte otra vez.

_ ¿Qué diablos fue lo que me hiciste? –Dijo entre dientes totalmente furioso- Viste lo mismo que yo. ¿Cierto? Me hiciste revivir nuevamente todo eso solo para regocijarte del dolor ajeno.

_ Hay una razón por la que siempre llevo guantes y es por que no me gusta causar dolor –dije furiosa- En todo caso es ese Consejo al que sirves el que se regocija con el dolor ajeno y clava una y otra vez el puñal en la misma herida. Dile a tus superiores que dejen de entrometerse en los asuntos de los brujos, en mis asuntos o sino se enfrentaran conmigo.

_ Sabes que puedo matarte perfectamente aquí y ahora –dijo él

Nuevamente él me acorralo contra los casilleros, tomándome por ambas muñecas y sosteniéndolas contra el frío metal. Sentía su cuerpo totalmente sobre mí y gire el rostro, cerrando los ojos y pensando en un modo de zafar de esta. ¿Cuánto tiempo le podía tomar matarme y deshacerse de mí antes de que los demás pudieran darse cuenta? No quise ni pensar en ello sabiendo que seria tarea fácil para él. Además, quería irme de aquí cuanto antes. Ahora era Alex solo, pero luego vendrían los cuatro que faltaban y no quería tener que enfrentarme a cinco ángeles.

_ Aléjate –dije por lo bajo

_ ¿Y que si no quiero? –dijo él

_ Aléjate –repetí y él rió sin dejarme mas opción viendo que no lo haría- ¡Stare lontano!

Al segundo quede libre y Alex se alejo tanto como el pasillo lo permitía haciendo que se chocara fuertemente contra la pared del otro lado y cayera al suelo. Cayó de rodillas, limpiándose con una mano la sangre del labio. No creí que el hechizo hubiera sido tan fuerte como para causarle una herida y estaba cuestionándome seriamente si había sido el impulso que lo había alejado de mi lo que lo había herido o el golpe contra la pared. Eso no importaba ahora, tenia que irme, partir de esta escuela cuanto antes. Luego me ocuparía en pensar como solucionaría toda esta situación.

Di tres pasos y me detuve, con la cabeza gacha y cerrando fuertemente los puños para contener mis emociones. ¿Enserio había vuelto a pasar? Nuevamente me había enamorado de la persona equivocada y esto impedía que pudiera hacer las cosas como debía. Sabía lo que tenia que hacerle a Alex ahora y sin embargo mi corazón no me lo permitía. Reí por lo bajo tristemente. Parecía una broma que nuevamente hubiera vuelto a caer ante el chico equivocado.

_ Por mi bien debería hacerte un hechizo de olvido pero no lo haré. No quise atacarte pero no me dejaste otra opción y no fue mi intención hacerte revivir ese recuerdo y esas emociones –dije con la vista clavada en el suelo y sonreí tristemente- Por cierto, la firma de Shakespeare es real, no una imitación.

Abandone el pasillo casi corriendo, sin permitirme mirar una última vez a Alex y tratando de alejarme lo más que podía. El sonido del timbre trajo una gran calma para mí. Entre medio de humanos, ninguno de ellos se me acercaría. Camine por los pasillos atestados de estudiantes tratando de pensar con claridad ahora que estaba a salvo. ¡Como no había podido darme cuenta antes! Ellos cinco eran ángeles, era más que obvio y yo no había podido darme cuenta. De hecho, hasta sabía perfectamente quien me había atacado el sábado. Recordé a la perfección el primer día cuando había visto en la clase de biología la flauta plateada de Gabriel. Él, que parecía tan pacifico y tranquilo, había sido capaz de atacar a una niñita indefensa como Camille solo por que era bruja. Y Alex... Yo lo quería, había llegado a sentirme protegida y plenamente feliz en su presencia y ahora me daba cuenta de quien era él realmente. Quizás Camille no había exagerado respecto a la crueldad del líder de los ángeles hacia los brujos. Llegaba a atemorizarme el Alex que acababa de ver.

Vi caminando en el medio del pasillo, con inseguridad, a la diminuta figura de Camille. Perfecto, era justo la persona que necesitaba en este momento. Si había alguien en quien podía confiar era en esa brujita de quien sabe que tan joven edad. Me acerque a ella, sonriendo y agitando una mano para saludarla a tiempo que ella se daba vuelta y me sonreía al verme.

_ Ya te has recuperado –dijo ella totalmente alegre

_ Para mi mala suerte no fue sin ayuda –dije ya saliendo de la escuela y bajando los escalones de la entrada- Me acabo de meter en un gran problema.

Tenia que encontrar ya el modo de solucionar la situación. Tenia que haber uno, algún libro que pudiera buscar... Se suponía que había libros para brujos ocultos en cualquier biblioteca, estos me ayudarían. No me gustaba mucho la idea de recurrir a ellos puesto que había sido el Instituto Bella Vista quien los había dejado ocultos en cada librería. Haciéndose pasar como libros comunes cuando en realidad eran otra cosa. Sabía como hacerlos aparecer, solamente tenia que ir al sitio indicado.

_ Camille. ¿Dónde esta la biblioteca local? –Pregunte- Necesito con urgencia sacar un libro.

_ Te puedo guiar hasta ahí si eso quieres –dijo ella y negué con la cabeza

_ No quiero meterte en problemas Camille. Ya te han descubierto y he conseguido que tu madre les diera la información que pedían para que no te hicieran daño. Pero Alexander viene de descubrirme y no quiero que te pase nada a causa mía. Estos son mis asuntos, déjame tratarlos sola –dije y ella me miro suplicante

_ Pero déjame ayudar. Por favor, puedo ser útil. No me importa lo que puedan hacerme, tú ya hiciste mucho por mí y te has metido en esto también por mí –dijo ella y casi reí

_ Créeme que él no me ha descubierto por ti –dije

Nos detuvimos en la acera, al borde de la calle y me agache hasta estar a su altura. Mire a la pequeña niñita directo a sus ojos grises que se estaban llenando de esas lágrimas falsas que en realidad eran pura agua. Realmente no había mucha diferencia entre nosotras dos, hasta estaba empezando a ver a Camille como a una hermanita. Le sonreí, queriendo tocarla pero recordando que no llevaba puesto guantes ya que los había tirado dentro de mi mochila en mi apresurado escape. Aun así, eso no me detuvo, yo quería causarle bien a Camille y que ella fuera feliz. Puse mi mano sobre su barbilla y le levante el rostro para que ella me mirase. Mi sonrisa se ensancho al sentir que ella tenia un dulce recuerdo y le deje guardar su privacidad al no verlo.

_ Escúchame bien Camille. Tu no tienes nada que ver en esto, fui solo yo y mi descuido lo que permitió que él me descubriera. Pero no tienes de que preocuparte, puedo encargarme sola –dije dulcemente- Arreglare las cosas con Alex.

_ Él te matara por lo que eres –dijo ella ya entre sollozos- Tengo miedo de lo que pueda hacerte.

_ No lo hará y yo puedo defenderme sola. No tienes por que llorar, no tienes que temer, no me pasara nada. Prométeme que intentaras ser fuerte y no llorar –dije

_ Lo prometo –dijo limpiándose las lágrimas falsas del rostro

_ Te prometí que no te pasaría nada y que yo misma me ocuparía de protegerte. Ahora tengo que hacer un par de cosas para tratar de resolver mis nuevos problemas –dije- ¿Puedes decirme donde esta la biblioteca local?

_ Sigue esta calle hasta el centro –dijo ella señalando en esa dirección- La biblioteca esta a tres cuadras del centro.

_ Muchas gracias –dije ya partiendo y ella me detuvo tomándome por el brazo

_ Katherin, espera –dijo Camille mirándome casi con suplica de que la escuchara- Si él enserio te ha descubierto... Cuídate. Fíjate muy bien en cada movimiento que hagas por que a partir de ahora te tendrá totalmente vigilada. Te quiero mucho Katherin.

_ Yo también te quiero Camille –dije, acariciándole el rostro con buenas intenciones para causarle un último placer y luego partí

Parecía totalmente paranoica, mirando a cada segundo a ambos lados míos y vigilando que nadie me siguiera. Suspire, cerrando los ojos y trate de relajarme. Al tocarlo, también había podido captar la presencia de Alex y mientras pudiera la recordaría. Para mi mala suerte, la presencia de un ángel era casi imposible de sentir ya que estos pasaban totalmente desapercibidos entre los humanos pero se suponía que ahora que ya la conocía podría sentirla.

Para mi gran alivio logre llegar a la biblioteca rápidamente y sin que nadie me siguiera. En realidad, lo único que me preocupaba era cruzarme con alguno de ellos cinco. Subí los exactos diecisiete escalones de la gran entrada y suspire con tranquilidad al sentir el aire helado de la biblioteca. El lugar en si parecía un laberinto, lleno de grandes pasillos formados por estanterías que rebosaban libros y que se extendían hasta quien sabe donde. El lugar era mucho más grande que la apariencia que daba desde el exterior. Por alguna razón llegaba a sentirme a salvo entre los libros mientras caminaba entre los largos pasillos. Sentía una gran paz interior al pasearme entre los libros de historia, reconociéndolos todos y recordándome a la interminable biblioteca de mi padre. Y cuando digo interminable, lo digo enserio. Jamás había logrado encontrar el final de su biblioteca por más veces que la hubiera visitado.

Me detuve frente a la estantería dedicada a la mitología, las criaturas fantásticas y todo ese tipo de cosas. ¿Qué mejor lugar para empezar? Revise los tomos de los libros uno por uno buscando el símbolo. Me quede en seco al sentir una presencia. Demasiado ligera, demasiado fresca, demasiado... inconfundible. Maldije por lo bajo al reconocer la presencia de Alex y mire mas desesperadamente los tomos de los libros pasando un dedo sobre ellos para facilitarme las cosas.

_ Vamos, vamos, tiene que estar por acá –dije impacientándome

Me detuve sonriendo al por fin encontrar un libro de editorial “La bella Stella” y ver tanto las letras como el símbolo en un dorado brillante sobre le lomo. Lo tome rápidamente y lo abrí por el medio fijándome lo mas apresuradamente que podía en las hojas. Suspire frustrada al ver que esto no me ayudaría y cerré el libro de un golpe, la información que contenía no me servia y además ya la sabia de las clases en el Instituto.

_ Vaya, no creí que las brujas cayeran tan bajo como para recurrir a los libros escritos por los humanos en cuanto a estos temas –dijo Alex apareciendo a un lado mío y casi me sobresalte por el susto

_ Y yo no creí que los enviados de Dios supieran tan poco sobre el tema pero por lo que acabas de decir, creo que tendré que hacerles caso a los demás cuando se ríen de ustedes –respondí tranquilamente guardando el libro nuevamente en su estante y yéndome

_ ¿Qué diablos fue lo que me hiciste al tocarme? –pregunto él siguiéndome y suspire

_ Nada malo –dije- ¿Qué quieres?

_ Que te vayas –dijo Alex, cortante- Vete de este pueblo cuanto antes o te matare. Yo soy el encargado de proteger y mantener a salvo esta zona y será mejor que te vayas cuanto antes.

_ No me iré, ya te lo digo –conteste demasiado calmada- No puedes echarme así de la nada. ¿Qué le dirás a los demás? ¿A los de la escuela? ¿A Cato? Además, si me echas, estas arriesgándote a que mas brujos vengan a esta zona ya que saben de mi presencia. Y aquí entre nos, me siento a gusto en este pueblo, no me pienso ir.

_ No me importan cuales sean tus excusas –dijo, atajándome por una muñeca y deteniéndome- Tu partes de este lugar ya mismo.

_ ¿Qué sucede? ¿Tienes miedo de que diga que hiciste algo que no debías? –pregunte sonriendo y me deshice de su agarre

Continué caminando por el pasillo y él se quedo congelado en el lugar durante unos segundos. Luego reacciono, sacudiendo la cabeza a ambos lados y me alcanzo casi corriendo. Me detuve, dándome vuelta para verlo. Habíamos llegado al final del pasillo, encontrándonos con una gran pared repleta de estanterías con libros en un nuevo sector de la biblioteca. Por un segundo mire a Alex, ya no tenia aquella seriedad sino que había desconcierto en su rostro.

_ ¿Por qué en el pasillo no hiciste lo que debías? –pregunto él

_ Ya te dije por que, no quería hacerlo –respondí tristemente y me di vuelta para continuar con mi camino- No pienso atacarte.

_ Eso aun así no cambia las cosas –dijo recobrando su seriedad y siguiéndome el paso- Eres una maldita bruja.

_ ¿Y ahora te das cuenta? –dije sonriendo tristemente

Según la poca atención que había prestado en biología, el miedo tenía cuatro etapas. La huida, el ataque, la parálisis y por ultimo la sumisión. ¿Es que acaso ya me estaba rindiendo? No frente a él, pero si frente a mis sentimientos. Era mi corazón el que no me permitía odiarlo, el que me causaba esta gran tristeza que ahora sentía y me ahogaba. Me dolía ver que él me odiara, que me detestase por ser una bruja y cada mirada envenenada que me echaba solo era como una puñalada más. No podía engañarme a mi misma diciendo que debía odiarlo por ser un ángel, ni aunque quisiera podría odiarlo realmente.

_ ¿Qué quieres decir con eso? –pregunto él

_ Mi apellido me delata casi tanto como el tuyo –respondí recobrando mi farsa de que en realidad no me pasaba nada y estaba totalmente tranquila

Aproveche el momento en que pasaba frente a una estantería con diccionarios bilingües para agarrar el de italiano y lanzarlo hacia atrás. Alex lo atajo y el libro quedo abierto exactamente en la pagina correcta en donde se leía claramente “strega: bruja”. Él cerró el libro, dejándolo nuevamente en su lugar cuando paso y sentí su mirada clavada en mi espalda mientras seguía caminando y él me seguía.

_ Eso explica muchas cosas –dijo él

Finalmente encontré lo que estaba buscando y me detuve frente a la estantería llena de libros religiosos. Suspire, cerrando los ojos y pasando mis dedos por todos los tomos de los libros. Sentí como Alex se detuvo a un lado mío y me observaba mientras que yo seguía sintiendo los libros. Me detuve frente al que no era normal, el que se sentía diferente y abrí los ojos sonriendo. La editorial era correcta, La Bella Stella, y estaba segura de que este era el libro indicado.

_ Esos textos no te dirán nada –dijo Alex- Son puras creencias humanas.

_ Enserio ustedes los ángeles no saben nada de nosotros –dije sonriendo- Fíjate bien en estos dos libros.

_ Son los mismo –dijo él empezando a impacientarse y negué con la cabeza

_ La editorial es diferente –dije cerrando los ojos y volviendo a poner mis dedos sobre el libro

_ ¿Qué haces? –pregunto él

_ Shhh –dije

Estos dos libros aparentaban ser los mismos, con el mismo titulo, mismo autor y en el interior hasta mismos textos. Pero en el caso de este libro, no era mas que una ilusión, un engaño, los verdaderos textos estaban ocultos bajo esa apariencia de copia. Me concentre, sabia perfectamente que decir para que se presentara ante mí el verdadero libro.

_ Asmodeo fue mi guía en mis momentos de supremacía. Pero en ningún momento me arrepentí de la lujuria que cometí.

Suspire de dolor ante la terrible verdad que acababa de decir pero solo con la prueba de un gran pecado capital el libro se revelaría ante mí. Respire agitadamente, enserio dolía. No entendía como los demás brujos lo hacían con total naturalidad. Tome el libro con ambas manos mientras trataba de volver a la normalidad. Si, este era el libro indicado, el que debía tomar. Limpie el polvo de la portada pensando en si algún brujo alguna vez había tomado este libro y cuestionándome a mi misma. No me gustaba mucho la idea de recurrir a libros hechos por el Instituto pero ahora mismo no veía mejor opción.

Alex estaba congelado, mirándome con el rostro en blanco y sin ninguna palabra. Sonreí tristemente, no había otra cosa que pudiera hacer.

_ Es por eso que los ángeles no encuentran estos libros –dije- Por que ellos no cometerían un pecado tan grande como el que comenten los brujos y se necesita invocar tu peor pecado para hacerlos aparecer.

Él siguió estando en blanco, sin poder asimilar mis anteriores palabras y fije mi vista en el libro para tratar de ignorarlo. ¿Es que acaso él no me creía capaz de una cosa así? Yo había pecado de lujuria en cuanto a lo que a mi me parecía. Me había enamorado de alguien de quien no debía, había salido a escondidas con el novio de mi hermana y me había quedado con él. Había disfrutado de todos y cada uno de los placeres que Nicholas me había dado. De cada beso dado por mas que sabia que no era correcto y por mas que estuviéramos en presencia de Diana. De cada noche pasada juntos y de cada mañana que me había despertado estando entre sus brazos o a su lado.

Deje de pensar en ello y empecé a hojear el libro. Una pagina llamo mi atención, mas bien una palabra. Leí lo más rápido que pude y cerré al instante el libro para que nadie más pudiera verlo. Apoye mi mochila en el estante, guardando el libro y aprovechando el momento para sacar mis guantes y ponérmelos, siempre asegurándome de que Alex no pudiera ver lo que había dentro. Si él sabia que yo tenía una pluma suya... realmente se enfurecería mucho. Según el libro, él no podría atacarme mientras yo tuviera una pluma que le perteneciera y estaba segura de que eso no le gustaría para nada.

_ Hubiera imaginado que pecarías de cualquier otra cosa menos de lujuria –dijo él finalmente

_ Créeme que no –dije, colgándome nuevamente mi mochila y continuando caminando- Se supone que cada brujo se identifica con un pecado capital al igual que cada ángel podría identificarse con alguna de las virtudes contradictorias. Pero al menos la lujuria no es tan castigada, es el segundo círculo del infierno. Claro, yo me voy hasta el fondo cuando muera.

_ Ustedes las brujas son seres despreciables –dijo él

Me detuve un segundo para mirarlo con curiosidad. No, definitivamente, fuera lo que fuera que supieran los ángeles sobre nosotros, no era mucho. Eso era extraño comparado con todo lo que nosotros sabíamos sobre ellos. Ya el hecho de que dijera “las brujas” dejaba más que en claro en cuanta ignorancia se encontraba. No podía creer que los ángeles siguieran en aquella idea de la edad media en donde se creía que solo las mujeres podían ser servidoras de Lucifer.

Continué por el pasillo hasta que este se acabo y encontré una ventana. Realmente no lo dude. ¿Cuánto debía de haber de altura? ¿Un metro? ¿Un metro y medio quizás? Salte por ella y aterrice perfectamente de pie en el césped. Sonreí, habilidades gatunas tanto por ser bruja como por quien era mi padre, realmente me sentía feliz por ello. Sentí a Alex aterrizar detrás de mí y entonces me di vuelta para mirarlo.

_ ¿Piensas seguirme todo el día? –dije y él me miro seriamente

_ Tu novio era Nicholas Devang. ¿No es así? –pregunto él y se me helo la sangre

_ Ya te dije, dile a tus superiores que no se metan en mis asuntos –dije molesta

_ Te aviso que en cuanto lo que concierne al Consejo, no me importa ni me interesa lo que hagan. ¿Acaso se pelearon tu y tu novio? ¿Fue por eso que lo dejaste? ¿Seguiste el ejemplo de Lilith? Después de todo eres otra maldita servidora de Lucifer, no se puede esperar otra cosa –dijo Alex en tono de burla

Eso basto para enfurecerme. Camine unos pasos para estar frente a él y encararlo por más baja que pareciera en comparación con su altura. El hecho de que fuera un ángel no le daba ningún permiso a burlarse de mi y mucho menos de ese modo. Lo mire furiosa, queriendo gritarle mil maldiciones aquí y tomándolo fuertemente por su playera hasta acercarlo a mí.

_ Escúchame, lo que paso entre Nicholas y yo no es algo que te incumba y si lo deje fue por que el maldito de Lucifer me arruino la vida al hundirlo a él en la oscuridad –dije totalmente enfadada y luego lo solté- Y que te quede bien en claro, yo no soy ninguna servidora de Lucifer, yo sigo mi propio camino.

_ Eres una maldita bruja como cualquier otra, tarde o temprano te matare –dijo él entre dientes

_ Entonces ven, te espero. Después de todo solamente eres un ángel, fácil de vencer –dije retándolo- Te diré un secreto, si te toco el suficiente tiempo puedo llegar a matarte. Ya has probado lo que hace mi tacto.

_ Si me llegas a tocar de nuevo no dudare en atravesarte con mi espada y de esa si que no te salvas –dijo Alex- En cuanto a brujas te confieso que no tengo piedad.

_ Tu hermano era Christ Engel. ¿No es así? –Dije y él se congelo ante su mención- Por eso me odias tanto, por que él murió en manos de brujos.

Él se quedo en silencio por unos segundos, echándome una mirada totalmente de odio que no me extraño. Yo también podía jugar su juego si eso era lo que deseaba. Nos quedamos así durante unos minutos, enfrentándonos con las miradas silenciosamente y él fue el primero en rendirse y ceder.

_ Te doy tres días para que te vayas de aquí, luego iré tras de ti –dijo fríamente- Vuelve a mencionar a mi hermano y te daré solamente tres segundos.

_ Si quieres ven ahora –dije sonriendo maliciosamente- Después de todo no puedes atacarme. Tengo una pluma tuya.

Alex se quedo totalmente plantado en el lugar, atónito, sin palabras y sin nada más que una expresión de shock en el rostro. Aproveche ese instante para partir y me fui introduciéndome en el bosque y perdiéndolo de vista.

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