Capitulo 4: Heridas pasadas


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Suspire y me apoye contra la pared una vez que termine de armar mi mochila. El señor Folleman había dicho solo lo necesario, eso seria fácil considerando que iba a mi verdadera casa y la mayoría de mis cosas estaban ahí. Además, había sido demasiado sencillo ya que no era mucho lo que debía llevar. Mi daga, mi libro, su pluma, mi celular y guantes. No necesitaba nada mas, podía sobrevivir con eso solo y además tenia toda la ropa en mi casa. Estaba feliz de volver a ver a mis padres, aunque fueran unos días. Pero a la vez temía por todo lo que había aprendido todo este día, por saber que la muerte me acechaba a cada segundo y necesitaba demandarles muchas explicaciones a mis padres. Sol y Luna habían desaparecido apenas les había dicho que volvíamos a Boston. Habían saltado por la ventana y no las había vuelto a ver. Pero sabía que las vería pronto, quizás mas pronto de lo que imaginaba.

Tome la mochila de arriba de mi cama y mire la habitación. No me olvidaba de nada importante, nada que pudiera llegar a necesitar. Y además, en todo caso, podría hacerlo aparecer frente a mi cuando lo necesitase si era que me estaba olvidando algo. Baje las escaleras y deje la mochila a un lado de la puerta. Realmente había hecho rápido, hacia menos de una hora que había dejado la escuela y aun así no podía irme ahora.

Logre hacer algo de tiempo mientras lavaba y guardaba los platos sucios que había en la cocina. Le escribí una carta a Cato, triste de no poder despedirme en persona ya que él hoy trabajaba hasta tarde. Pero según me habían dicho, mi papá ya se había ocupado de cubrir el asunto con Cato. Casi me sentía mal por abandonarlo de este modo luego de haber pasado todo este tiempo viviendo en su casa por lo que me había sucedido. Me puse en pie y deje la carta en un lugar del cual estaba segura que la vería. Al lado de la cúpula que contenía su queso favorito. Sonreí una última vez antes de darme vuelta y salir de la cocina.

De pronto la sala de estar me pareció increíblemente sombría cuando estuve en ella. El ambiente estaba helado y un frío me recorrió todo el cuerpo a pesar de lo abrigada que estaba. Las cortinas estaban cerradas por lo que la sala estaba totalmente a oscuras y vacile al dar cada paso. Había un extraño aroma en el aire y algo crujió bajo mi pie. Me agache, recogiendo el machacado pétalo de rosa del piso y quedándome sin aire. Estaba totalmente oscuro y seco, como si hubiera sido quemado o algo así. Lo tome fuertemente con ambas manos y seguí caminando, temiendo. Sentí algo pasar por detrás de mi y me estremecí. Corrí hasta la entrada para tomar mi mochila y sacar mi daga pero esta ya no estaba ahí. Me detuve en seco, viendo que no habría nada que pudiera utilizar. Y aun así, por más que mire, no había nadie en la habitación.

Me sentí palidecer al ver mas pétalos en el suelo y los seguí, teniendo mis manos listas a ambos lados y ya concentrada para hacer algún hechizo en caso de necesitarlo. Los pétalos seguían y conforme avanzaba parecían que estaban menos muertos y recuperaban su vitalidad. Finalmente los pétalos se acabaron y me detuve frente a una pared. Mire el estante sobre esta, conteniendo pétalos en perfecto estado y vi el gran espejo que había frente a mi. Tire los guantes a un lado y me permití tocar los pétalos que había sobre el estante. Casi al instante sentí una fría presencia detrás de mí y un detestable aroma a rosas invadió todo el ambiente. Levante la vista y sofoque un grito al ver el reflejo del encapuchado detrás de mí. Él sonrió, como de costumbre.

_ Tic, toc, tic, toc, tic, toc, se esta agotando el tiempo –dijo

No pude responder. Un terrible dolor me invadió y grite. Levante la vista horrorizada y vi mi reflejo en el espejo. Había un corte que surcaba la mitad de mi rostro. Por unos segundos me sentí confundida y luego reconocí el corte que Nick me había hecho y que ya se había curado. Otro dolor me invadió y grite. Mire mi brazo mas que aterrorizada viendo el corte que volvía a estar a lo largo de él. Nuevamente otro dolor más pero mucho más intenso. Mis piernas me fallaron e hice lo que pude para mantenerme en pie. Baje la vista, viendo como reaparecían las terribles heridas que alguna vez me había hecho en el abdomen. Sentía las lagrimas rodar por mis mejillas ante el terrible dolor y como apenas podía mantenerme en pie sin gritar. Era como si todas las heridas que había sufrido volvieran a aparecer y volvían a causarme el mismo dolor. Y sabía que aun faltaba la peor.

Me gire, haciendo todo mi esfuerzo por continuar en pie y no seguir gritando de dolor. Apreté los dientes para poder soportarlo y le eche una mirada de odio al encapuchado. Él rió, más que a gusto y nuevamente volvió a sonreírme. El dolor me resultaba demasiado intenso. Las lágrimas salían de mis ojos sin control y mis manos presionaban contra mi abdomen tratando de detener la sangre de las heridas. ¡Y pensar que una de esas heridas casi me había sido mortal! Habían sido hechas con tijeras. Todos los cortes que ahora tenía nuevamente habían sido hechos con tijeras o metales.

_ ¿Por qué me haces esto? –pregunte apenas pudiendo hablar

_ Supuse que no te vendría mal mostrarte lo que tu haces al tocar a los demás con malas intensiones –dijo él tranquilamente y mi dolor se intensifico- Esto es lo que tu les haces a los demás. Les hace revivir algo y les intensificas las sensaciones.

Él levanto una mano en el aire y la cerro como si estrujara algo. Grite al sentir como el dolor aumentaba aun más y mis fuerzas ya comenzaban a fallarme. Finalmente el encapuchado sonrió y dio su golpe final. Grite tan fuerte que llegue a preguntarme si todo el pueblo lo habría escuchado. Caí al suelo, mirando mis manos totalmente destrozadas por las heridas que me había hecho al jalar de un alambre maldito. La sangre, roja y brillante, no dejaba de brotar y no podía dejar de gemir ante el dolor. Sentí lo débil que estaba y como comenzaba a caer en la inconsciencia. Lo último que vi fueron los pies del encapuchado, caminando y moviéndose hacia mí.

Abrí los ojos débilmente al sentir como alguien me sacudía para que reaccionara. Intente moverme, pero apenas lo hice un dolor terrible atravesó todo mi cuerpo y no pude evitar gritar de nuevo. Mire mi mano, ahí de donde provenía el mayor dolor y vi una rosa con sus espinas incrustadas en mi piel totalmente. Cerré los ojos y apreté los dientes al sacarla por el dolor que sentí, pero eso pareció calmarme un poco. Levante la vista, apenas pudiendo ver al ángel que me sostenía entre sus brazos y trataba de hacer que reaccionara.

_ ¿Gabriel? –pregunte sin comprender

_ ¿Kat, que demonios te paso? –pregunto él

Mis ojos comenzaban a cerrarse y sentí la inconsciencia caer de nuevo sobre mi. Mire para todos lados, sin encontrar un mínimo rastro de lo que había pasado. Pero mi sangre y mis heridas aun estaban ahí, al igual que la flor que estaba a un lado de mí. Mire nuevamente a Gabriel y palidecí al ver que él también tenia las leves heridas que se había hecho cuando habíamos combatido con Diana en el bosque.

_ Tus heridas... –dije

_ Se curan solas en unos minutos –dijo él- ¿Kat, estas bien?

_ Mis manos –dije

Gabriel me miro sin comprender y luego vio mis manos totalmente destrozadas por la herida. Su dedo apenas si rozo una de mis manos y grite ante el terrible dolor. Me retorcí, tratando de soportarlo pero no. El dolor era demasiado fuerte, demasiado intenso. ¡Estas eran las consecuencias de haber tirado de un alambre maldito! Mire mis manos, las palmas totalmente destrozadas ahí donde las negras púas se habían clavado aquella vez y como una gruesa línea cruzaba toda mi mano. Casi no podía ver piel entre la herida y la sangre.

_ Maldición –dijo Gabriel- A ti también te sucedió.

_ ¿Cómo que también? –pregunte débilmente

_ Luego te lo explico, tengo que sacarte de aquí por si él regresa –dijo Gabriel

Me sentí nuevamente caer en la inconsciencia y todo fue negro. De pronto estaba en medio de una gran oscuridad con un suelo de espejo. La Katherin malvada me sonreía desde el otro lado del suelo mientras yo la miraba casi con terror. Nuevamente yo estaba de blanco en una gran oscuridad y ella de negro en una gran luminosidad. Nada de esto tenia sentido, siempre seriamos contrarias. Sentía como la capa que nos dividía era más gruesa que en ocasiones anteriores y no pude evitar sonreír. Ella se agacho y comenzó a golpear el suelo como si de ese modo pudiera romperlo y pasar de este lado pero no logro nada.

_ ¡Déjame salir! –exclamo ella

_ Nunca –dije- Mientras yo pueda mantenerme en vida, te quedaras del otro lado.

_ Ya veras, algún día quedare libre –dijo ella

_ Y ese día nos llegara la muerte –dije- ¿Te parece que pienso dejar que me controles?

_ ¿Enserio crees que él seria capaz de matarnos? –Dijo ella y sonrió- Yo no lo creo.

_ Cumplirá con su promesa de matarme si la oscuridad me llega a dominar –dije

_ Tu no tienes idea del poder que tienes y no utilizas –dijo ella- Déjame ser libre y te mostrare todo lo que somos capaz de hacer.

_ ¡No quedaras libre por nada del mundo! –dije furiosa

_ Tan solo espera el día en que algo rompa este cristal que nos separa y entonces veremos quien es la mas fuerte y quien merece controlar este cuerpo –dijo ella

La Katherin malvada se puso en pie y le eche una mirada de odio. Se quedaría de ese lado. No me importaba como pero haría cualquier cosa para mantenerla de ese lado todo el tiempo que me fuera posible. Por que si ella se liberaba, la oscuridad me dominaría y controlaría y eso no seria nada bueno.

Abrí los ojos. Ya no estaba en el mismo lugar que antes, de hecho, ya no estaba en la casa de Cato. Me retorcí, aun sintiendo el terrible dolor por las antiguas heridas recuperadas pero al menos ya no me hacia gritar. Estaba sentada en una mesada, en la cocina y Daniel estaba frente a mí, terminando de limpiar la herida de mi brazo. Sonreí ante la sensación de ya haber vivido esto. Daniel continuó pasando un pedazo de algodón con agua oxigenada en la zona y entonces levanto la vista viendo que estaba consciente.

_ Al menos esta vez no hay pedazos de metal que quitar –dijo él y me sonrió

_ Por suerte –dije

_ Sabes una cosa, tienes mas heridas de las que te había tratado aquella vez –dijo Daniel- Tienes una terrible herida en el abdomen que nunca te había visto y no se que diablos te hiciste en las manos pero están destrozadas.

_ Otros combates –dije y lo mire con curiosidad- ¿Qué hora es?

_ Tuvimos que irnos de la escuela si es eso lo que quieres saber –dijo él y volvió a su trabajo de limpiarme la herida- No se que sucedió pero nos paso a todos lo mismo. Sentimos una fría presencia y de pronto el dolor vino y nuevamente teníamos heridas de batallas anteriores. Aunque estuve pensando y sacando mis conclusiones y me di cuenta que todos seguimos el mismo patrón. Tenemos nuevamente las heridas de nuestras últimas tres batallas. ¿Qué te sucedió a ti? Gabriel no hablo mucho.

_ Seguí un rastro que terminaba frente a un espejo. Levante la vista y lo vi reflejado detrás de mi –dije- Luego vino el dolor y nuevamente tuve las heridas. Lamento todo esto, fue mi culpa.

_ ¿Por qué? –pregunto Daniel sin comprender

_ Me dijo que lo hacia para mostrarme lo que mi don causaba. Hacerte revivir algo e intensificarte la sensación –dije y baje la vista- Uso algo parecido a mi don contra nosotros. Es mi culpa.

_ No lo es –dijo Daniel- Simplemente te lo dijo sabiendo que eso te dañaría y te haría sentir mal de modo que así te debilitarías.

_ ¿Tú lo viste cuando te ataco? –pregunte y él negó con la cabeza- Entonces no tienes modo de probar que esto no sucedió por que el encapuchado esta tras de mi y buscara cualquier modo de hacerme daño, aun si este los involucra por que sabe que me dolerá mas.

_ No creí que te importáramos tanto –dijo Daniel

_ Me importan más de lo que creen –dije y suspire- Yo sola no podría con todo esto y por eso los ataca a ustedes también, por que sabe que me importan.

_ Pues no te preocupes, ese maldito necesita más que unas simples heridas para separarnos –dijo Daniel y sonrió- Ya esta, no más sangre.

Sonreí al ver mi brazo limpio de toda la sangre sin nada más que el grueso corte que lo surcaba. Baje la manga de mi jersey para ocultarlo. Luego me ocuparía de hacerlo desaparecer, pero no ahora frente a Daniel quien seguía creyendo que yo era totalmente bruja y el metal me dañaba terriblemente. Gire la cabeza y mire su reloj con curiosidad. ¡Ni siquiera eran las tres de la tarde!

_ ¿Daniel, puedes ir a ayudar a Raphael? –pregunto Gabriel entrando a la cocina

_ Si señor –respondió Daniel automáticamente y lo mire confundida

_ Y por favor deja de tratarme así –dijo Gabriel, exasperado como si viniera repitiendo eso de hacia horas

_ Perdone, instintos básicos –dijo Daniel

_ Sigo siendo el mismo –dijo Gabriel

Daniel partió de la cocina obedientemente y no se atrevió a mirar a Gabriel. Mire mas que confundida la escena. ¿Desde cuando Daniel trataba de usted o señor a Gabriel? No, nada de esto tenia sentido o al menos no lograba encontrarlo. Gabriel suspiro, llevándose una mano a la cabeza y negándolo. Entonces levanto la vista y se cruzo con mi curiosa mirada. Él camino unos pasos hasta estar frente a mí y por un segundo vi el pesar en sus ojos.

_ ¿Qué fue todo eso? –pregunte

_ Es difícil reprimir los instintos básicos –dijo Gabriel y suspiro viendo que yo no entendía a que se refería- Soy yo el que esta a cargo en estos momentos, nunca antes lo había estado y por eso Daniel me trata así con tanto respeto. Instintos básicos de un ángel de obedecer a su superior.

_ ¿Qué? –pregunte y Gabriel evito mi mirada

_ Si el líder esta incapacitado el segundo al mando debe tomar su lugar –dijo Gabriel

Casi al instante sentí como mi sangre se congelaba ante aquellas palabras y mi cabeza hizo un clic al encajar todas las piezas del rompecabezas y ver lo que estaba sucediendo. Automáticamente me lleve una mano al pecho, tomando mi collar. Esto definitivamente se estaba convirtiendo en un tic por preocupación. Mire a Gabriel más que alarmada.

_ ¿Qué sucedió? –pregunte

_ Todos tenemos nuevamente las heridas de nuestras ultimas tres batallas –dijo Gabriel- Tu sabes cual fue la ultima batalla de Alex.

_ Maldición –dije

Trate de bajarme de la mesada y ponerme en pie pero Gabriel me lo impidió. Me echo una mirada de advertencia y entonces me fije en la plateada flauta que llevaba en su mano. Hice una mueca, sabia que no me quedaba otra opción viendo que él no dudaría en tocarla. Y una simple nota bastaba para que causara en mí el efecto que él deseara. Y aun así una parte de mi no dudaba en salir corriendo y las imágenes de la ultima batalla que había tenido Alex acechaban en mi mente. Recordé sus heridas y sentí mis ojos llenarse de lagrimas. Nuevamente vi a Diana apuñalándolo en el abdomen y luego en el corazón.

_ Él esta bien –dijo Gabriel rápidamente al ver mi reacción- Simplemente debe descansar. Aunque creo que es más fácil que tú decidas volver al Instituto Bella Vista por voluntad propia antes de que Alex haga lo que es debido.

_ Es un imbécil –dije y Gabriel asintió

_ Lo encontramos inconsciente en medio del pasillo minutos después de que hubiera sido atacado –dijo Gabriel

_ ¿Cómo lo supieron? –pregunte

_ Sonara extraño pero sabemos cuando algo le sucede a nuestro líder –dijo Gabriel- A todos nos sucedió lo mismo y partimos de la escuela. El único problema es que él, al igual que tú, también se cruzo con el encapuchado. Dice que lo vio y que le hablo y también encontré una rosa clavada en su mano al igual que en ti.

_ ¿Por qué viniste a buscarme? –pregunte

_ Fue Raphael quien concluyo que si el encapuchado había sido quien nos había atacado, tú también habías sido un blanco –dijo Gabriel

_ Es raro considerando que Raphael me odia –dije por lo bajo

_ Lo se. Pero cuando la vida de su líder esta en riesgo, Raphael deja cualquier asunto de lado y hace lo que es correcto –dijo él- Por eso fui a buscarte y lo encontré a él.

_ ¿Al encapuchado? –Dije y él asintió- ¿Estas bien? ¿Te hizo algo?

_ Desapareció en cuanto levanto la cabeza y lo vi a los ojos –dijo Gabriel y sacudió la cabeza- Pero por mas que lo intento no puedo recordar nada. Se que lo vi, que vi sus ojos y su rostro. Pero no lo recuerdo. Es como si esa información se hubiera borrado de mi cabeza. Lo único que recuerdo es que él levanto la cabeza, lo vi y luego ya no estaba. ¿Estás bien?

_ Eso creo –dije- ¿Por qué?

_ Por que llegue y él estaba agachado a un lado tuyo, no se que te estaba haciendo –dijo él

_ ¿Sabes guardar un secreto? –Pregunte aunque ya sabia la respuesta- No puede saberlo nadie.

_ Raphael, Daniel y Miguel están en el piso superior y Alex esta dormido en el sillón –dijo Gabriel y suspire

_ No debes decírselo a nadie, ni siquiera se lo he dicho a Alex –dije y baje la vista- Tengo constantes sueños en donde me veo reflejada, pero mi reflejo es malvado y dominado por la oscuridad. Yo se que no es un sueño y que es real, la Katherin que ahora controla este cuerpo es la buena pero la mala quiere liberarse de su encierro y tomar el control. El cristal que me divide de ella a veces es muy frágil y temo romperlo al tocarlo, aunque esta vez era mas grueso. El punto es que el encapuchado quiere romperlo para que la oscuridad me controle.

_ ¿Eso es lo que él quiere de ti? –pregunto Gabriel y asentí

_ La Katherin malvada quiere ser libre pero mientras pueda la mantendré encerrada. Pero si el cristal que nos divide se rompe no se que pasara –dije y levante la vista para mirarlo- No quiero que la oscuridad me domine. Ella esta encerrada y quiere salir pero yo no se lo permito. Y lo que el encapuchado quiere es liberarla para que yo caiga en la oscuridad y ella tome el control.

_ ¿Por qué me dices esto a mí? –dijo él

_ No lo se –admití- Necesitaba decírselo a alguien que no dijera nada y que no corriera peligro al saberlo. Al principio pensaba en decírselo a Alex pero él correría peligro por saber esta información. Si lo vuelvo a meter en mis asuntos se lo que pasara y no deseo de nuevo que resulte herido y creer que morirá. Tu eres la persona ideal y se que no dirás nada si te lo pido. Por favor, no se lo digas a nadie.

_ Entonces, dentro de ese cuerpo estas tú y una Katherin mala –dijo él y asentí- ¿Sabes algo más?

_ Es lo que tratare de averiguar ahora que vuelvo a casa –dije

_ Créeme que podría escribir cientos de libros con todos los secretos que me cuentan, no se de que me ven cara –dijo él y suspiro- No le diré a nadie.

_ Gracias –dije y clave mi vista en el suelo- Aun así Alex sabe que la mano izquierda de Lucifer quiere lograr que la oscuridad me controle y él sabe que hacer si eso algún día llega a pasar.

_ Eso no tiene por que pasar –dijo Gabriel y suspire

_ Yo puedo mantener a la otra Katherin encerrada, pero si el encapuchado encuentra el modo de romper el cristal que nos separa no habrá vuelta atrás –dije- No se que pasara.

_ Nos tienes aquí para ayudarte –dijo Gabriel y sonrió

_ ¿Para que tienes tu flauta? –dije para cambiar de tema

_ ¿Esto? –Pregunto y la miro con curiosidad, como si se hubiera olvidado de ella- No tuve otra opción, me vi obligado a usarla. Un par de notas adecuadas y hasta el más resistente de los ángeles cae dormido.

_ No se por que esto no me parece raro –dije bajándome de la mesada y poniéndome en pie

_ Él se preocupo mucho cuando me vio cargarte y que estabas totalmente herida e inconsciente. No quería descansar así que no tuve otra opción –dijo Gabriel y me miro- No se ni como es posible que la otra vez haya sobrevivido a una herida de ese tipo pero no pienso arriesgarme esta vez.

_ Si se salvo la otra vez, esta no tendrá problema –dije

_ Era una marca maldita –dijo Gabriel- Ningún ángel en la historia ha sobrevivido a una marca maldita, era imposible que se salvara y sobretodo después de todo el tiempo que la llevaba hecha.

_ Pero lo salvamos. ¿No es así? –Dije y sonreí- Nicholas y yo logramos salvarle la vida.

_ Ya nada volverá a ser como antes –dijo Gabriel

_ Lo dudo mucho –dije- Solo espero poder con lo que viene.

_ Espero no te importe pero tome ropa de la casa de Joan para que pudieras cambiarte –dijo- No creo que sea buena idea que andes por ahí con la ropa toda manchada de sangre.

_ Gracias –dije y le sonreí

Él partió dejándome sola y mire sobre la mesa principal una pila de ropa perfectamente doblada. Eso también tendría que preguntárselo a mis padres, pensé mientras me cambiaba, por que mi familia lo llamaba Cato si su verdadero nombre era Joan Carlos Stuart. Aunque quizás ese no era un punto muy importante, tenía otras prioridades para preguntar antes. Estuve feliz de poder cambiarme y quitarme las ropas manchadas de sangre. Toda la sangre de mi cuerpo había sido limpiada y ahora solo me quedaban las horribles heridas. Nada más que las gruesas y profundas líneas rojas que surcaban mi cuerpo en algunos lugares.

Salí de la cocina. La casa estaba totalmente en silencio. Pude ver mi mochila colgada en un gancho en la entrada y lo primero que hice fue abrirla y revisarla toda asegurándome que no faltara nada. Suspire de alivio al comprobar que todo seguía en su lugar y me di vuelta. La sala de estar siempre me había resultado un lugar acogedor, quizás por que al principio era el único lugar en donde se me permitía estar en esta casa. Gabriel estaba sentado en un sillón a un lado de donde ardían las leñas que había en la chimenea. Lo vi sosteniendo su flauta y con la vista clavada en el suelo, pensando. Miguel estaba sentado en el suelo, con las piernas cruzadas y su perro dormido delante de él. El Golden Retriever dormía profundamente sobre el suelo, disfrutando plenamente de su juventud de casi dos años. Camine unos pasos hasta estar a su lado y me senté también en el suelo.

_ ¿Estas bien? –pregunte

_ Perfectamente. Casi no había resultado herido en mis ultimas batallas por lo que estoy bien y las pocas heridas ya se curaron –dijo Miguel y sonrió- Adoro sanar tan rápido al ser un ángel.

_ ¿Y los demás? –pregunte

_ Están bien –dijo Miguel y suspiro- Aunque sigo preguntándome como fue posible que algo así nos pasara y sin que nos diéramos cuenta antes.

_ La mano izquierda de Lucifer es muy poderosa, yo no sentí su presencia hasta que estuvo detrás de mi –dije

Apoye mi cabeza sobre mis rodillas, sintiéndome mal por no haber sentido esa presencia inconfundible y helada. Aunque quizás él portara un hechizo para ocultar su presencia y por eso no lo había sentido. Aun así, me sentía culpable de todo esto. Levante apenas la vista, viendo al ángel que dormía a lo largo del sillón. Sonreí al verlo descansar por más que fuera a la fuerza. No llevaba camisa, al menos ellos cinco siempre dormían con el torso desnudo. Al dormir, se relajaban totalmente y no ocultaban sus alas, no era muy conveniente que destrozaran cada noche alguna prenda en la parte de la espalda. Y aun así, adoraba verlo dormir. Tenía los músculos perfectamente marcados y tonificados. Su cabeza reposaba en el brazo del sillón y este parecía tener el largo justo ya que sus pies desnudos reposaban en el otro brazo. Reprimí una sonrisa al ver como su brazo derecho caía a un lado de modo que sus dedos apenas tocaban el suelo al igual que su ala derecha. Mi vista se quedo clavada ahí. En sus perfectas alas, en sus blancas plumas, tan blancas que parecían resplandecer por ellas mismas. Y como la punta de las plumas de su ala rozaba apenas el suelo. Y aun así, en lo único que podía pensar ahora era en que estaba herido y por mi culpa. Podía ver perfectamente sus cortes. Uno en el pecho, justo sobre el corazón y el otro en el abdomen. Y sabía que esas heridas no sanarían tan fácilmente como otras.

_ ¿Te contó Gabriel que tuvo que obligarlo a dormir por que él se negaba? –Pregunto Miguel sonriendo y asentí- Realmente no conozco a nadie más testarudo.

_ Yo tampoco –dije

_ Lo vio –dijo Miguel con la vista perdida y lo mire sin comprender- Me dijo que vio al encapuchado en el pasillo. Este le dijo que él no debía seguir vivo, que tendría que haber muerto hace años por traidor.

_ Alex no es un traidor –dije

_ Para el Consejo si lo es –dijo Miguel tristemente- Aunque no entiendo por que eso le interesa al encapuchado.

_ Por que le estorbamos –dijo Gabriel- Él quiere a Katherin, y si no hay nadie para defenderla entonces le resultaría mas sencillo. Nosotros estamos en su camino así que seguramente querrá deshacerse de nosotros.

_ No quiero que les haga daño por protegerme –dije tristemente- No quiero que resulten heridos ni que algo peor llegue a suceder por mi causa.

_ ¿Y entonces que? ¿Volver a la rutina? –Pregunto Miguel y sonrió ampliamente- Ni loco. Esto es mucho más emocionante. ¿Tienes idea de cómo era antes? ¡No había nada que hacer! Era todo totalmente aburrido.

Reí, él siempre lograba esa reacción en mí cuando quería. Miguel era una persona totalmente alegre y positiva, era imposible que su sonrisa no resultase contagiosa. Y siempre encontraba que decir para animar una situación por mas mala que esta fuera. Lo mire, devolviéndole la sonrisa y volví a apoyar mi cabeza sobre mis rodillas. Mi vista se volvió a perder en el suelo y suspire. Aun así, no me gustaba saber que ellos estaban en peligro por protegerme.

_ Pero esto no es un juego –dije- Nos estamos metiendo con alguien muy poderoso y ni siquiera sabemos su identidad.

_ Tarde o temprano la sabremos –dijo Miguel- Debe ser sofocante estar siempre con una capucha y en algún momento se la quitara.

_ Tú hermana –dijo Gabriel de pronto y lo mire con curiosidad

_ ¿Diana? –dije y él me miro

_ ¿Te veras con ella en tu casa? –pregunto él

_ Seguramente ella ira también –dije- O al menos estaré condenada a verla para Navidad a menos que decida ausentarse nuevamente.

_ Tócala –dijo Gabriel- Cuando la veas, tócala y revisa sus recuerdos. Ella debe saber la verdadera identidad del encapuchado.

_ Tengo una idea mejor –dije y me puse en pie- Me dijiste que viste el rostro del encapuchado.

_ Si, pero no lo recuerdo –dijo Gabriel

_ Pero el don de ella es el de hacerte revivir algún recuerdo. ¿No es así? –dijo Miguel y asentí

_ Puedo intentar ver la identidad del encapuchado en tu recuerdo. Claro, si tú me dejas –dije

_ Nunca me has tocado, al menos no de ese modo –dijo Gabriel

De pronto lo vi totalmente pálido y por más que trataba de ocultarlo vi el temor en sus ojos. La parte que era totalmente bruja de mi se regocijo ante el hecho y baje la cabeza para ocultar mi sonrisa maliciosa. ¿Gabriel temiendo que lo tocase? Me costaba imaginar eso sabiendo que hacia varias semanas Gabriel había sido el mismo que me había pedido que lo tocara para ver como era mi don. Claro, en esa ocasión le había dicho que no por que temía tocarlo. Pero ahora parecía totalmente diferente la situación.

_ ¿Tienes miedo? –pregunte

_ Aun no controlas totalmente tu tacto –dijo Gabriel y suspire

_ Mira –dije mostrándole mis manos- Están destrozadas y te puedo asegurar que mi don no puede hacer mucho si el medio tiene algún problema. Solamente veré tu recuerdo, dudo poder hacer algo mas teniendo las manos en este estado.

_ Esta bien –dijo luego de pensarlo durante varios segundos

Me acerque a él y permití que mi mano tocara la suya. Reprimí una mueca al sentir instantáneamente el dolor de tener mi mano herida pero aun así continué. Cerré los ojos y me concentre, tratando de ignorar el terrible dolor que sentía en mis palmas totalmente destrozadas. Sentí a Gabriel totalmente tenso y sentí su miedo. No podía engañarme, no a mi don y sabia perfectamente que él tenia miedo de que lo tocase. Pero yo no había mentido cuando le había dicho que teniendo mis manos en este estado apenas podría ver su recuerdo.

El encapuchado lo había pensado bien al destrozarme nuevamente las manos si lo que quería evitar era esto. No supe exactamente por que fue. Si por el hecho de que mis manos estuvieran heridas y mi don no funcionara bien o por el hecho de que el encapuchado le había hecho algo a Gabriel. Pero fuera lo que fuera, me bloqueaba. No podía verle su rostro. Y por más que intentaba con todas mis fuerzas y me concentraba aun más, siempre era lo mismo. Me veía a mi tirada en un lado totalmente herida e inconsciente. Al encapuchado arrodillado frente a mí. A Gabriel entrando a la casa y quedándose helado al verlo. El encapuchado automáticamente había levantado el rostro ya que Gabriel lo había tomado desprevenido. Pero ahí era donde no podía ver nada más. Sabia que el encapuchado le había mostrado el rostro, sabia que Gabriel lo había visto y aun así algo parecía bloquear ese recuerdo. En el mismo instante en que Gabriel había visto su rostro, se quedo totalmente paralizado y en shock, como si hubiera visto al mismo Lucifer y le costara creerlo. El encapuchado lo miro fijamente a los ojos por más que ni siquiera podía ver el color de sus ojos. Nada, simplemente estaba bloqueado aquel recuerdo.

_ Olvídate completamente de lo que acabas de ver –dijo el encapuchado

Gabriel pareció totalmente en blanco durante unos segundos y luego sacudió la cabeza, volviendo a la realidad. El encapuchado bajo la cabeza y quedo nuevamente oculto bajo su capucha. Sonrió y rió una última vez. Y tal como había dicho Gabriel, ya no estaba. El encapuchado se esfumo en menos de un segundo, volviéndose una sombra y partiendo rápidamente de la habitación.

Abrí los ojos y al instante solté a Gabriel sabiendo que no vería nada más. Mire mi mano, respirando agitadamente como casi siempre me pasaba al usar mi don para ver este tipo de recuerdos. Aun seguía guardando los mismos sentimientos que Gabriel en ese momento. La incertidumbre, el hecho de no saber exactamente lo que acababa de pasar y había otro sentimiento totalmente desconocido y extraño que no lograba identificar. Levante la vista y me obligue a mirar a Gabriel, sabiendo que él estaba igual que yo luego de haber revivido aquel recuerdo.

_ Vaya, realmente es extraño lo que produce tu tacto –dijo él

_ Por que te he hecho revivir aquel recuerdo –dije

_ Que luego te haga revivir un buen recuerdo y veras que su don es genial –dijo Miguel y me miro con curiosidad- Aunque primero le daría unos minutos para que se recupere. No parece estar en su mejor estado.

_ ¿Estas bien? –pregunto Gabriel

_ Me esforcé mas de lo debido –dije e hice una mueca- Y el hecho de cómo están mis manos no ayuda mucho.

_ Tu rostro –dijo Gabriel

Automáticamente me lleve una mano al rostro, sintiendo el corte que nuevamente tenia ahí. Ese corte que Nick me había hecho en nuestro primer combate con tijeras, que cruzaba mi rostro desde la frente hasta mis mejillas. Deslice lentamente los dedos sobre él, sintiendo como se había vuelto a abrir y tocando la única gota de sangre que salía. Mire mis dedos, apenas teniendo aquella gota de sangre en mi dedo índice. Luego me desharía de estos cortes, podía deshacerme de todos ellos menos los de las manos. Pero aun así, no podía hacerlo frente a ellos que seguían creyendo que era una bruja totalmente.

_ Ya me recuperare –dije

En ese momento alguien toco el timbre. Casi instantáneamente Gabriel y Miguel se pusieron en pie. Los acompañe hasta la puerta y Daniel y Raphael también se asomaron para ver, bajando algunos escalones y deteniéndose a mitad de la escalera. Gabriel se ocupo de mirar primero quien era y suspiro al darse vuelta. Lo mire con curiosidad, sin dejar de preguntarme quien podía estar tocando el timbre. Normalmente, en todo el tiempo que había pasado en aquella casa, ellos no recibían visitas.

_ Es una humana –dijo Gabriel- Una chica de la escuela.

_ Maldito sea el día en que descubrieron nuestra dirección –dijo Raphael

_ Aunque me sorprende que haya tenido las agallas para venir y tocar la puerta, eso nunca antes había pasado –dijo Daniel

_ Aun así no hay por que ser descortés y no abrirle la puerta –dijo Miguel

Los cuatro comenzaron a discutir, cada vez subiendo más el volumen. Negué con la cabeza y suspire, haciendo un hechizo para que fuera quien fuese que estuviera llamando a la puerta, no los escuchara discutir tan indiscretamente. ¿Tan difícil les resultaba a ellos tratar con humanos? Quizás pudieran deshacerse de un vampiro en cuestión de segundos. Pero a la hora de hablar con humanos, realmente no conocía a seres más exagerados. Podría esperar siglos a que terminaran de discutir y aun así no habrían llegado a una decisión en concreto.

Me moví entre ellos, siendo totalmente ignorada y abrí la puerta. La muchacha que estaba parada en la entrada se congelo durante unos segundos al verme y luego al verlos a ellos que se habían callado cuando había abierto la puerta. Suspire. Al instante reconocí a Victoria, alumna que estaba en un año superior al mío. No me pareció raro encontrarla aquí, no sabiendo como era ella. Típica chica popular, con una melena extremadamente larga y rubia y unos encantadores ojos celestes. En otras palabras, la típica chica que cualquier humana desearía ser. Aunque ella ahora me resultaba extraña sin su sequito detrás de ella como siempre.

_ Buenas tardes Ka... –dijo y la voz le tembló- Katherin.

Sonreí. Por mas que sabia que no era correcto, la parte malvada de mi se regocijaba ante estas reacciones de parte de Victoria. Adoraba ver como ella siempre se quedaba helada al verme y notar, como cualquier humano, mi belleza sobrehumana que ahora si era notoria ya que había recuperado parte de lo que me habían robado.

_ Buenas tardes Victoria –dije

Aun así, ella no reacciono, seguía congelada en ese estado de shock claramente sin saber que hacer. Suspire nuevamente, esto no llegaría a ninguna parte. Me hice a un lado, negando con la cabeza y Gabriel tomo mi lugar en la puerta pero la muchacha ni se inmuto. Levante la vista al oír un ruido y me di cuenta de que Alex se había despertado y estaba sentando en el sillón mirándonos confundido. Rápidamente hice un gesto con la mano y articule los labios para trasmitirle el mensaje. Al instante él oculto sus alas y volvió a parecer totalmente humano.

_ ¿Esta bien? –pregunto Miguel, abalanzándose también había la puerta para mirar

_ Creo que se quedo sin palabras –dijo Daniel inspeccionándola con curiosidad

_ Simplemente denle lo que vino a buscar y déjenla –dijo Raphael sin interés

Lo mire durante un segundo. Su perfecta figura estaba apoyada contra la pared y con los brazos cruzados sobre su pecho, como de costumbre. Tenía un aire indiferente aunque su mirada siempre parecía tener odio cuando iba dirigida hacia mí. Su cabello rojizo resaltaba totalmente contra la blanca pared y sus oscuros ojos me advirtieron tan solo una vez que dejara de mirarlo. Casi me estremecí y al instante volví a mirar a Victoria que seguía congelada frente a mí en la puerta.

_ ¿Qué deseas? –pregunto Gabriel que estaba a un lado mío

Ella movió los labios como si fuera a hablar pero ninguna palabra salio de su boca. ¿Acaso todos los humanos eran así cuando se encontraban con seres extremadamente hermosos? La bruja dentro de mí sonrió al ser consciente de que también era sobrehumanamente hermosa y me esforcé por que esa sonrisa no llegara a mis labios. Sacudí la cabeza, no me gustaba sentir que ella tenía cierto control sobre mí a veces.

_ Esto es absurdo –dijo Raphael y se fue subiendo las escaleras

_ Aunque debes admitir que tuvo valor para venir hasta aquí y tocar la puerta –dijo Daniel siguiéndolo

_ Y ahí se acabo su valor –dijo Miguel antes de que sus amigos desaparecieran

_ ¿Estas bien? –pregunte mirándola

Nuevamente la mirada de la chica vino a reparar en mí. Ella se estremeció y palideció notablemente al mirarme. Solo entonces fui consciente de que yo aun tenia ese corte que cruzaba la mitad de mi rostro y la tristeza me invadió. Clave mi vista en el suelo, sintiéndome herida. Y aun así sentía la mirada de Victoria clavada en mí como si ella de algún modo pudiera ver todas las heridas que tenia. Todas muestras de mi debilidad, de que había perdido frente al encapuchado y esta vez ni siquiera él se había molestado en acercarse a mí para hacerme daño.

_ Tus manos –logro articular la chica finalmente

Mi vista se volvió borrosa por un segundo y sentí mis ojos llenarse de lagrimas. Mis manos, lo que en cierto modo eran la parte mas importante de mi cuerpo ya que contenían mi don, estaban totalmente destruidas. Y me dolía terriblemente verlas así. La mano de un ángel, la mano de una bruja, ambas terriblemente destrozadas y lo peor era que esta herida me la había hecho yo misma. Cerré los ojos fuertemente y sentí una lagrima rodar por mi mejilla. Odiaba cuando alguien reparaba en que estaba herida y me lo hacia notar de ese modo. No de preocupación, sino más bien de que tenía un feo corte o una horrible herida.

En ese instante una mano me acaricio dulcemente la mejilla, limpiándome la lágrima antes de que esta cayera al suelo. Levante la vista, sorprendida y me encontré con la intensa mirada de Alex. Ahora era yo la que estaba en blanco por que sus luminosos ojos verdes simplemente me dejaban sin palabras, siempre. Y aun más si él me sonreía de ese modo que simplemente causaba que me olvidara de cualquier cosa que me atormentase.

_ Quizás tenga las manos así, por eso siempre usa guantes –dijo Alex aun mirándome pero claramente las palabras iban para Victoria- Pero yo la sigo queriendo así, tal como es.

Sonreí mientras él pasaba una mano por debajo de mis ojos, deshaciéndose del cúmulo de lágrimas y también sonriéndome. Aun podía sentir a Victoria a pesar de que no la estuviera mirando. Ella estaba aun en su lugar, aun más atónita y en más estado de shock que antes. La excusa para los humanos de por que yo siempre portaba guantes era de que antes de mudarme a este pueblo, había sufrido un accidente y me había herido gravemente las manos. Al menos esta escena correspondía totalmente esa mentira y sabia que Victoria no tardaría tiempo en hacer que toda la escuela supiera que tan destrozadas tenia las manos.

La mire de soslayo por un segundo, disfrutando de su expresión. Una persona como Victoria D´Alessandra Martinez seguramente debía considerar imposible que una persona como Alexander Engel quisiera a una chica con las manos totalmente destrozadas. Claro, para Victoria no importaba nada más que la apariencia. Y aun así, disfrutaba de su expresión tanto por que Alexander Engel quería a una chica con horribles heridas en las manos que debía ocultar, por que eso era lo que debía pensar ella, y por que él aun seguía sin camisa.

_ Pero sus manos... –dijo Victoria y volvió a ser ella misma, egocéntrica y presumida, dispuesta a arruinar a los demás- ¡Mírala! Ahora entiendo por que siempre lleva guantes, no debería ni salir a la calle estando marcada de ese modo.

_ Aun así yo la quiero –dijo Alex, tomando mis manos y besando cada una en la herida- Gabriel, ocúpate de este asunto.

Gabriel asintió casi de un modo imperceptible y paso a ocupar toda la puerta, dejándome claramente fuera de esto. Alex sonrió, pasándome una mano por la espalda y ambos partimos. Mire mis manos, sintiendo un suave cosquilleo y un frescor recorrerlas. Sonreí dulcemente al sentir como la piel comenzaba a cerrarse y saber que pronto la herida se borraría. Moví los dedos, comprobando que ya el dolor había pasado y finalmente cerré mis manos para no ver más la herida. No pude evitar que mi sonrisa se ensanchara al sentir el calido tacto de Alex y apoye mi cabeza sobre su hombro. El beso de un ángel podía curar cualquier cosa, tanto fuera una herida como una enfermedad y hasta podía salvar a alguien de la muerte. Así me había deshecho de esta herida la otra vez y así volvía a ser.

_ Gracias –dije y él se sentó sobre el sillón, aun débil

_ No es nada –dijo Alex y suspiro- Solamente lamento que ese maldito te haya hecho eso. Me ataco a mi primero sabiendo que sino me habría interpuesto en su camino y te habría defendido. Me siento un tonto al haber caído tan fácilmente.

_ No es muy diferente a lo que yo siento –dije sentándome a su lado y apoyando mi cabeza sobre su hombro- Él puede conmigo, siempre puede conmigo. No se como, pero siempre que lo encuentro no tengo ni la oportunidad de defenderme. Por mas que lo intento no puedo hacer nada, es simplemente como si me dejara inmovilizada. ¿Sabes que es lo peor? Que siempre hay algo o alguien que interfiere antes de que él me mate. Pero algún día ya no habrá nada que me salve y él terminara por matarme.

_ Sabes que mientras yo este vivo no permitiré que eso pase –dijo y clave mi vista a un lado

_ Ahora dices eso pero algún día ya no lo dirás –dije, sintiendo como la tristeza cerraba mi garganta- Algún día simplemente ya no te importare y tampoco te importara lo que me suceda.

_ ¿Sigues creyendo lo que te dijo tu hermana? –Dijo él, tomando mi rostro pero evite su mirada- No escuches lo que ella te diga, no es cierto. Yo no te abandonaría y te dejaría a tu suerte y mucho menos en esta situación, con el encapuchado tras de ti.

_ Corres peligro a cada segundo que estas conmigo –dije y puse una mano sobre la herida que él tenia en el corazón- Esta herida la tienes gracias a mi.

_ Gracias a ti estoy vivo y esa herida no me mato –dijo Alex y negué con la cabeza

_ No. Gracias a mi te la hiciste y gracias a mi ahora vuelves a tenerla –dije tristemente- Casi mueres ya una vez gracias a mi. Desde que te conozco que te he puesto en peligro. Frente al Consejo, frente a la Secta, frente a mis perseguidores... Entiéndelo Alex, tu eres un ángel y yo... –trague saliva, casi sin poder pronunciarlo- una bruja. Esto no tiene sentido. Deberías ser mi enemigo y no la persona que yo...

_ No sigas –dijo él, poniendo dos dedos sobre mis labios y mire a un lado al deshacerme de ellos

_ Somos totalmente lo opuesto –dije finalmente

Él suspiro, también evitando mi mirada y mirando para otro lado. ¿Por qué de pronto yo pensaba todo esto? Era culpa de Diana. Desde que ella me había dicho aquellas palabras no se había borrado de mi mente la idea de que Alex algún día ya no estaría conmigo. Y por más que lo negara internamente, algo en mi interior me decía que Diana tenia razón y él ya ni se interesaría por mí una vez que me hubiera dejado. Me estremecí, sintiéndome de pronto totalmente fría y tratando de olvidarme aquellos pensamientos.

_ Cierra tus ojos –dijo Alex repentinamente y lo mire sin comprender- Por favor, ciérralos.

Obedecí sin decir nada y respire hondamente al cerrar los ojos. Él tomo mi mano y la sostuvo suavemente contra su rostro. Su tacto me embriago, como siempre, y su presencia corrió por todo mí ser, fresca y ligera como era la presencia de un ángel. Deslizo lentamente mi mano por su rostro y sentí como su respiración se relajaba totalmente ante mi tacto.

_ ¿Qué sientes? –pregunto él

_ Tu piel... tus ojos... tus labios... –dije

Deje que él controlara totalmente mi mano y disfrute del rozar de mis dedos contra su piel. Sabía lo que él estaba haciendo, sabia que luego de eso con suerte quedaría algo de mi voluntad en pie. Sabia, que él podía hacer que mi cabeza dejara de funcionar correctamente y me olvidara de todo. Y gracias a él, gracias a Alexander Engel, siempre terminaba por ceder ante la tentación y dejaba de lado lo que era correcto.

_ ¿Ahora? –pregunto él, sosteniendo mi mano contra su pecho

_ Tu respiración –dije y él volvió a mover su mano

_ ¿Y ahora? –dijo

Sabia lo que debía decir, lo que estaba sintiendo. Bajo mis dedos sentía perfectamente esa herida que él tenia justo sobre el corazón, ahí donde Diana tan despiadadamente lo había atravesado con su daga y aun así esas no fueron las palabras que salieron de mis labios.

_ Tu corazón, tus latidos –dije y abrí los ojos, mirándolo- Te siento a ti.

_ La única diferencia que hay entre tu y yo es que donde tu estas marcada yo tengo alas –dijo él sonriendo- No somos tan diferentes y lo sabes. Y no me importa lo que diga Diana, no me importa lo que diga el encapuchado ni lo que tengan para decirme muchos mas por lo que es mi vida. Yo te quiero y en este momento no te dejaría por nada del mundo. No se como hacer para que me creas pero por favor no escuches a tu hermana.

Clave mi vista en el suelo, tratando de evitarlo. Alex suspiro y se levanto de su lugar. Volvió minutos después, ya teniendo una camisa y volvió a dejarse caer a mi lado. Lo abrace casi al instante como una niña pequeña, hundiendo mi rostro en su camisa y sintiendo las lágrimas en mis ojos. Ni Diana, ni el encapuchado ni nadie seria el causante de que a él algún día simplemente ya no le importara. Seria yo la causante, fuera cual fuera la razón, pero seguramente por que le habría ocultado algo. Como había hecho, como hacia ahora y como seguramente haría cuando volviera a verlo. Él respiro hondamente y paso una mano por mi espalda, como si supiera lo que estaba pensando en este instante.

_ No importa –dijo

_ Sabes que te oculto cosas –dije

_ Pero yo confío en ti –dijo, tomando mi rostro entre sus manos y entonces sonrió- Ademas, tus secretos de bruja no tienen por que ser develados ante mi.

Quise decirle que yo no ocultaba secretos de bruja, que no era lo que él pensaba, que se estaba equivocando y no debería confiar tanto en mí. Pero no pude. No le haría cargar mi pena, no lo pondría más en peligro y no le diría nada ya que ni siquiera yo sabía muy bien que era lo que ocultaba. Simplemente me limite a sonreírle, dejándome creer por ese momento que él siempre estaría ahí. Dispuesto a protegerme, a mantenerme en la luz y no dejarme caer en la oscuridad, a quererme a pesar de que sabía que no debía.

One Response to “Capitulo 4: Heridas pasadas”

  1. hola nena!!
    bueno, estaba pasando por tub blog y me encanto!!
    la historia esta muy bonita aligual que el fondo!!
    y sus secretos me dejaron algo... amocionada!!
    mucha creatividad!!
    besos

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